Aunque con algo de reserva, don Elvio Cruz Bedoya espera que los anuncios del presidente Gustavo Petro sobre la reubicación de las familias víctimas del derrumbe en zona rural de Rosas Cauca, que afectó un tramo de la vía Panamericana, sea una realidad.
La misma promesa la escuchó hace cuatro años, cuando en pleno domingo de Resurrección un derrumbe acabó con la vida de 32 personas en la vereda Portachuelos, entre ellos tres de sus familiares. Y sin que aún le haya llegado la ayuda prometida, una vez más debió salir huyendo el pasado 9 de enero de la vereda La Soledad con lo que tenía puesto.
Su caso no pasó desapercibido entre las decenas de personas damnificadas que permanecen en el albergue de la institución educativa Santa Teresita, en el municipio de Rosas, donde la mayor preocupación es que se repita con ellos el caso de don Elvio.
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“Lo que le pido al país es que no nos vayan a abandonar porque esto sinceramente es muy duro; perderlo todo de la noche a la mañana es muy duro”, dice entre lágrimas William Daniel Prado, de 23 años de edad y quien vivía en la vereda La Soledad junto a su esposa y un bebé de brazos que viene padeciendo una afección pulmonar.
La Soledad, una de las 5 veredas que desaparecieron y de las 14 afectadas por el derrumbe, era una despensa de alimentos para el municipio de Rosas y para varios de los restaurantes que se encontraban ubicados a esa altura en la vía Panamericana.
De allí los campesinos por décadas han sacado plátano, café, cacao, yuca y contaba con un floreciente mercado de carne de cerdo, ganado y pollo.
De acuerdo con el párroco del municipio de Rosas, Nelson Ovidio Leyton, en
este momento se necesitan colchonetas y Frazadas para los afectados porque es época de invierno y el frío es fuerte.
“El campesino sin tierra se muere. Esta gente que está aquí, estaba acostumbrada a levantarse a las 5:00 de la mañana a trabajar sus cultivos y ahora estamos todos manicruzados y sin un peso en el bolsillo esperando qué nos regalan. Es una situación muy dura”, agrega William Daniel Prado.
Según los estudios realizados, las familias damnificadas no podrán retornar a sus tierras porque se encuentran sobre una falla geológica que pondría sus vidas en constante riesgo.
“Nosotros necesitamos la reubicación total y rápida. Que nos reubiquen en una parte donde podamos trabajar, donde podamos tener una vida saludable y una vida como a la que estamos acostumbrados, a trabajar nuestras tierras, que nos den una vivienda cómoda. No pedimos riquezas, pero sí que podamos vivir en una parte donde no vamos a sufrir por escasez de agua ni ningún otro problema”, pide Viviana Zúñiga, quien vive ahora dentro de un salón con su esposo y sus hijos.
La solidaridad es de patas cortas
Poco a poco el movimiento de ayudas que dos semanas atrás empezaron a recibir las familias reubicadas en el casco urbano del municipio se ha ido reduciendo y cada vez son menos las personas que llegan a preguntar sobre sus principales necesidades.
Mientras acompañábamos a decenas de damnificados en la noche del pasado miércoles, la campana que semanas atrás servía para llamar a descanso a los estudiantes del colegio Santa Teresita suena ahora para llamar a las familias afectadas con el fin de que salgan d los salones a recibir ayudas. Ese tin tin cada vez repica menos.
Afuera, José Hilber Campo Burbano, propietario de una empresa contratista del PAE en Rosas y otros municipios del Cauca, trae una camioneta llena de bolsas de leche.
“Estamos aportando un granito de arena y lo estamos haciendo muy despacio porque sabemos que esto no se soluciona en una o dos semanas y créame que en dos semanas a nivel nacional o departamental, mucha gente se olvidará de ellos como damnificados. Eso fue lo que pasó hace cuatro años en el derrumbe de Portachuelos”, recuerda Campos.
Son más de mil familias las afectadas por el derrumbe entre las que lo han perdido todo y las que permanecen incomunicadas en la zona alta de la montaña y que no han logrado salir.
“La mejor forma de evangelizar es con la fe y la caridad. No con los discursos y las palabras, sino con el compromiso con los más necesitados”, dice el párroco de Rosas, Nelson Ovidio Leyton Muñoz.
A las preocupaciones de los damnificados se suma otra que también los desvela. “En este momento cocinamos en un restaurante y ya no tenemos proteína. Hay grano, pero no carne y tenemos niños y bebés que necesitan alimentación”, dice Viviana Zúñiga.
Familias a reubicar
El alcalde de Rosas, José Roberto Campo, le aseguró a El País que toda la ayuda que había recibido hasta el pasado miércoles del Gobierno Nacional eran 240 mercados. “El resto es solidaridad de la gente y del Banco de Alimentos de la Arquidiócesis de Cali que nos ha apoyado. Igualmente las Fuerzas Armadas han estado dándonos la mano”.
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”Muchas familias pensarán que no se ha gestionado nada; la gestión se ha hecho y con las ayudas se han armado unos kits para llevar a la zona rural, donde hay más necesidad. Los de aquí por fortuna han recibido mucha ayuda y tienen comida”.
Se está realizando en el municipio un censo, según el Alcalde, para ver la cantidad de damnificados que lo perdieron todo para su reubicación. “En el municipio no se puede reubicar por los problemas de deslizamientos y los campesinos quieren es en el municipio de Timbío o Popayán”.