Nunca antes Nieves había sido tan audaz, tan atrevida, como ahora que posa para los grandes artistas de distintas épocas de la historia. La vemos como una de Las Tres Gracias de Rafael Sanzio, inmortalizada como la Venus de Botticelli, un ángel de Fray Angélico o la Maja Desnuda de Goya.
Está al natural, atrapando frutas que le lanza su Hétor, cual Atalanta e Hipómenes, en una inspiradora versión de una obra de Guido Reni o abrazando los girasoles de Van Gogh.
La caleñísima caricatura de Consuelo Lago se convierte en una grácil bailarina estilo Edgar Degas o en una dama de sociedad pintada por Velázquez, Renoir o Rubens. El propio Hétor se transforma en El Pensador de Rodin, mientras su novia lo admira o en El Guerrero del mejor dibujante del mundo, Leonardo Da Vinci. Hasta Watergato aparece a la Fragonard, muy rococó.
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Nieves adquiere los colores de Gauguin, la silueta de La Bailarina Azul de Matisse, el volumen de las mujeres de Botero, la geometría de Rayo, el cubismo de Picasso, la simbología de Chagall. Se convierte en un surrealismo de Miró, en un abstraccionismo de Kandinsky, se multiplica en serie como por obra y gracia de Escher y se vierte en chorros de pintura sobre el papel, a lo Pollock.
Consuelo Lago cuenta que al pintar El Guerrero “empecé con un marcador
y terminé con un pincel delgadísimo para poder reinterpretar al mejor dibujante
del mundo, Leonardo Da Vinci”.
Ella es la protagonista de un libro de culto, justo en los 90 años recién cumplidos — el 30 de septiembre—, por su creadora, Consuelo Lago. Se trata de ‘Nieves en la historia del arte’, con fotografías y edición de Silvia Patiño. Hace mucho tiempo que la caricaturista soñaba con este libro, casi después que el pintor y escultor Omar Rayo la invitó a su museo a exponer, en 1987: “Pensé que si Nieves iba a ser invitada a un lugar tan importante como el Museo Rayo, debía ponerla a hacer algo igual de notable. Y se me ocurrió plasmarla, basada en los cuadros de grandes pintores de la historia del arte. Hice 60 dibujos y llamé a Silvia Patiño para que les tomara las fotografías, los llevé a Roldanillo y se hizo la primera exposición”. Todos los cuadros se vendieron y Consuelo pintó más y más Nieves, al estilo de los grandes. Expuso en Bogotá, Medellín, Pereira y Cali y las Nieves que pintaba se le iban esfumando de sus manos.
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Afortunadamente, quedaron las Nieves que Silvia atrapó en sus fotografías y que Consuelo guardó hasta que llegó hace tres años a Cali, y se las entregó a la fotógrafa y editora para hacer el primer libro de Nieves a color. “Con las fotografías, en diapositivas y opacos, 100 en total, hice el libro a fuego lento para que quedara bello y bien cocinado, y se me ocurrió acompañarlo con frases de pintores, como la de Marcel Duchamp: ‘Contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros’, porque aquí Nieves posa, pero no habla y está representada toda la historia del arte. Este libro, además de bello, es para consultar, admirar y aprender”.
Cuenta la editora Patiño que “fue un proceso que implicó refotografiar, retocar algunas imágenes y dejarlas perfectas para idear el libro. El tiempo ayuda a ir depurando las ideas, ir diseñando con placer, esto no es para sacar de afán”. Y Consuelo anota: “Su trabajo fue muy independiente. No quise opinar en lo que hacía y ella se cuidó de no mostrarme mucho, yo sabía que era muy importante para ella hacer su trabajo sin que yo me metiera”. Al final del libro está la biografía de Consuelo Lago y los cuadros de los artistas en los que ella se inspiró para hacer su reinterpretación y los museos de Europa y EE. UU. donde están.
Es imperdible este viaje que emprenden Nieves, su autora y Hétor, donde como dice el escritor Juan Gustavo Cobo Borda en el prólogo: “Se han puesto todas las ropas, y se han desnudado con harto placer. Se han disfrazado de Venus de Botticelli o de manchones de Pollock, le han usurpado el sofá a la duquesa de Goya y han vivido, en carne propia, ese milagro irrepetible con que una pintura nos obliga, una y otra vez, a mirarla para intentar descifrar un enigma que no es más que la tabla o el lienzo donde el mundo ha quedado atrapado”.