Por L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País
Las memorias políticas, por definición, son un género para gobernantes retirados que reflexionan en calma sobre su momento en el poder. Con frecuencia, estos libros, llegan años después, revelando algunos secretos, confesando algunas culpas en el caso de los más humildes, o vanagloriándose los más soberbios.
En este sentido, resulta una excepción cuando un libro de memorias políticas es publicado mientras el gobierno al que se refiere aún no concluye, como sucedió con ‘La explosión controlada’, de Alejandro Gaviria, exministro de Educación del Gobierno de Gustavo Petro, que llegó a los lectores en agosto de 2023, al cumplirse el primer año del mandato de Petro en Colombia.
Gaviria, un ensayista consumado que ha dejado libros conmovedores y humanistas como ‘Hoy es siempre todavía’, ‘Siquiera tenemos las palabras’ y ‘Otro fin del mundo es posible’, también es un polemista profesional que, pese a tener una carrera política vinculada a los gobiernos más influyentes de los últimos 20 años, no ha esperado demasiado tiempo para contar su experiencia dentro del poder. Así lo hizo con ‘Uribenomics y otras paradojas’, ‘Alguien tiene que llevar la contraria’ y ‘No espero hacer ese viaje’, este último donde reflexiona su fallida campaña a la presidencia en 2022.
Pero, en ‘La explosión controlada’, se concentra en la figura de Gustavo Petro como no había hecho con otro gobernante en el pasado, quizá porque se trata del primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, quizá porque Petro es un político populista y liberal, menos radical de lo que suponían sus adversarios, quizá porque su programa de cambio es prometedor más no su ejecución, o porque hay temas como la salud en los que Gaviria no llegó a consenso y sintió que debía buscar un espacio más abierto para exponer sus reservas frente a este gobierno “que prometió el cambio”.
Gaviria está en Cali invitado por el Festival Internacional de Literatura Oiga Mire Lea, donde presentó el miércoles su libro. En la tarde de este jueves tendrá otra conversación con Mauricio García Villegas y Jerónimo Botero, a las 5:00 p.m. en el auditorio Diego Garcés Giraldo de la Biblioteca Departamental.
Aquí, una charla con el escritor y exministro, quien afirma en su libro que “los políticos exitosos siempre encuentran su merecido castigo: les toca gobernar y, por lo tanto, defraudar”.
La mayoría de sus libros abordan temas más literarios y humanistas, ¿qué cambió en este último?
Está inspirado en mi experiencia política y tiene que ver con esta última etapa de mi vida, cuando ingreso a la política y al gobierno de Petro. Tiene que ver con este intento difícil y problemático, de instalarse en una ideología distinta, de intentar hacer parte de un gabinete plural. Pero, en el fondo, cuando empecé a escribirlo, tenía en mente que esta es la historia de un fracaso, de una idea de un gobierno de coalición, del fracaso de un gabinete plural, de una especie de alianza política entre lo que uno podía llamar liberalismo y progresismo.
No es la primera vez que estuvo dentro de un gobierno, ¿por qué escribir sobre el de Petro?
Cuando salgo del gobierno de Uribe, empiezo a ser columnista. Escribí muchas columnas sobre el presidente Uribe y su estilo de liderazgo, y muchas fueron recopiladas en ‘Uribenomics y otras paradojas’. Allí hice un intento, no tan sistemático, pero un intento que es similar a lo que ahora hice con Petro. Con el presidente Santos fue distinto, porque mi experiencia, sobre todo al final del gobierno, estuvo marcada por una enfermedad muy complicada, lo que estaba en mi mente no era ya una reflexión sobre el gobierno, sino una más personal. Lo que yo estaba viviendo y sintiendo era algo muy distinto. No hay tiempo de reflexionar sobre un gobierno cuando a uno le dicen que se va a morir. Esto también se me ha reclamado en redes sociales, por qué esta vez con Pedro y no las últimas veces, pero creo que no es del todo exacto. Incluso en el libro ‘Hoy es siempre todavía’ hay una reflexión sobre mi experiencia en ese gobierno, sobre algunas políticas.
¿Por qué plantea una percepción de fracaso sobre el Gobierno Petro?
No quisiera dejar un malentendido, cuando dije que esta era la historia de un fracaso no es quería decir “el gobierno fracasó”. Lo que quise decir es que una idea fracasó, la idea con la que entré, que fue la de un gabinete plural, de un gobierno de coalición, de una búsqueda colectiva, de un acuerdo social, de la flexibilidad programática, de que íbamos a tener una discusión al interior del gobierno y que las voces que no estábamos completamente de acuerdo con el programa inicial del presidente Petro, pero que habíamos entrado en la segunda vuelta y habíamos jugado un papel en esta elección, íbamos a ser escuchadas. Eso es lo que creo que fracasó. Ahora bien, yo no puedo decir, después del primer año, que el gobierno fracasó. Eso me parecería impertinente, inexacto, valga esa aclaración. No es el fracaso del gobierno, es el fracaso de la idea de un gobierno de coalición.
Su carrera política ha estado marcada por tomar posiciones en contra, ¿cómo fundamenta su capacidad para llevar la contraria?
Hay movimientos que parecen contradictorios, pero he tratado de mantener una línea de coherencia, en defensa de ciertas ideas del reformismo democrático, una defensa que se ha llamado la difícil defensa de lo imperfecto, como la defensa de algunos elementos del sistema de salud. O mi defensa de cierto realismo y de la búsqueda de acuerdos entre diferentes, que fue lo que me alejó, en su momento, de Sergio Fajardo. Cuando propuse en la coalición Centro Esperanza que deberíamos estar más abiertos a otras fuerzas políticas, porque es la única manera de tener impacto, si uno se afianza en una concepción ética del mundo y no entiende los diferentes procesos, eso es complejo. Por eso entré al Gobierno de Petro con una promesa del presidente. Incluso lideré una reunión dos días antes de su elección, con mucha gente del centro político, que en ese momento creímos en la idea del acuerdo nacional, pero no funcionó. Planteo en el libro esta contradicción entre el negociador y el agitador, me parece que la segunda al final primó.
De modo que sí, he llevado la contraria en diferentes espacios, desde el colegio ha sido así. Tal vez, me gusta esta idea de habitar el mundo político diciendo lo que pienso y practicar lo que Antanas Mockus llamaba la ética de la verdad, sin meditar mucho en las consecuencias.
Sobre eso voy a contar algo que no he dicho. Cuando estaba escribiendo tuve una conversación con Cecilia López y ella me dijo: “uno no pelea con un presidente en ejercicio”. Le contesté que no estaba peleando, que decía lo que pensaba y, por supuesto, no le hice caso. Hace unos días le dije a mi esposa: “para qué me metí en este problema, no he recibido sino animadversión, hostilidad, odio social, algo que pude haber evitado si no hubiera escrito este libro, pero tal vez me gusta meterme un poquito en problemas”.
¿Cómo logró escribir y publicar en solo un año?
Cuando salgo del gobierno y empiezo a reflexionar sobre lo que había pasado, empecé a tomar algunas notas, que se convirtieron como en una especie de índice de lo que era un posible libro, pero en ese momento no estaba seguro que lo iba a escribir.
Después empecé a tener conversaciones en sectores que han sido los míos, donde surgía una pregunta insistente sobre lo que estaba pasando, mucha incertidumbre en el país, una demanda por entender no solamente lo que ocurría el interior del gobierno de Pedro, sino lo que iba a pasar.
Como estaba libre, lo podía hacer de manera rápida. Tenía una libreta de notas, pero la memoria me podía fallar si no dejaba por escrito lo que experimenté en este gobierno.
¿Espera respuesta del Presidente?
Alguien me dijo que me iba a llamar. Pero sería arrogante de mi parte esperarlo. No creo que tenga tiempo de leer el libro, le van a contar detalles, pero si hay alguna respuesta, estaré listo a conversar con él. Este libro, en el fondo. Es un llamado de atención.