Poco tiempo después de alcanzar el puesto más deseado por los artistas de la época, ser Pintor de Cámara del Rey Carlos IV, Francisco de Goya, quien para entonces (1792) tenía 46 años, sufrió una terrible enfermedad que además de llevarlo al borde de la muerte, lo dejó sordo. Existieron muchas leyendas sobre el origen de aquella enfermedad, entre ellas que fue producto de la “brujería” y otras de una “relación adúltera”.
En lo que sí se han puesto de acuerdo los especialistas en la obra de Goya, es que desde ese momento el artista no volvió expresarse de la misma manera, poco a poco fue trascendiendo de un pintor que satisfacía con altura la vanidad de la familia real, a través de retratos grandiosos, para convertirse en un transgresor que sentó las bases del arte moderno. La primera demostración de esa ruptura con el arte clásico fue la serie de 80 grabados satíricos llamados ‘Los caprichos’, publicados por primera vez en 1799 en Madrid.
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Una selección de 56 grabados de ‘Los caprichos’, publicados en 1930 de las láminas originales creadas por Goya, será expuesta en el Museo Rayo de Roldanillo. La apertura de la exposición será este sábado 7 de marzo a las 5:00 p.m. y permanecerá abierta hasta el 30 de abril. Durante el mismo lapso también se expondrán las obras de dos artistas más, una es ‘La piedad’, en estilo neoclásico, del pintor mexicano José Salomé Pina y una retrospectiva del colombiano Juan Manuel Echavarría, uno de los artistas más importantes en el formato multimedial.
Debido a la persecución política de que fue objeto por sus ideas ilustradas y su obra crítica, Goya se exilió en Burdeos (Francia) donde falleció en 1828.
De ‘Los caprichos’ se sabe que Goya solo alcanzó a imprimir 300 ejemplares en su momento, y que fueron decomisados por la Santa Inquisición debido a su alto contenido crítico, donde no faltaban las burlas a los sacerdotes, los reyes, los ministros y la sociedad en general.
En la introducción que acompañaba del libro de estampas, Goya dejaba claro lo que para él significaba el arte: “Persuadido el autor de que la censura de los errores y vicios humanos (aunque parece peculiar de la elocuencia y la poesía) puede también ser objeto de la pintura: por ello ha escogido como asuntos proporcionados para su obra, entre la multitud de extravagancias y desaciertos que son comunes en toda sociedad civil, y entre las preocupaciones y embustes vulgares, autorizados por la costumbre, la ignorancia o el interés, aquellos que ha creído más aptos a suministrar materia para el ridículo; y ejercitar al mismo la fantasía del artífice”.
Como afirma Miguel González, crítico y curador de arte, “toda su carrera como pintor es deslumbrante, pero gracias a sus series de grabados se convirtió en uno de los oficiantes más importantes en este género, solo comparable con Durero en el Renacimiento, Rembrandt en el Barroco y Picasso en la Modernidad”.
“El ímpetu de la obra de Goya tuvo muchos referentes y argumentos, fue pintor religioso, de retratos, de costumbres, al tiempo expresó sus opiniones políticas y sociales, e influido por la era de la Ilustración fue crítico mordaz de sus contemporáneos”, agrega González.
De hecho, las ochenta estampas de ‘Los caprichos’ siguen reflejando defectos de la sociedad actual, uno de ellos llamado ‘Ni más ni menos’ muestra a un burro siendo retratado por un mono, en la explicación del grabado que incluyó Goya, dice: “Un animal que se hace retratar, no dejará de parecer por eso animal, aunque se le pinte con su golilla y afectada gravedad”. De alguna forma siguen aludiendo, tanto en el siglo XVIII como en el XXI a la vanidad, entonces cuando todo el que deseaba ser alabado pedía un retrato el que se ocultaran sus imperfecciones, como hoy las personas se toman selfies con filtros embellecedores. Y esta es una de las sátiras más suaves de ‘Los caprichos’, basta observar otros como ‘Tántalo’, ‘Caza de dientes’, ‘¡Qué sacrificio!’, ‘Mucho hay que chupar’ y ‘Se repulen’, para reconocer el nivel de mordacidad que expresaba Goya, por lo cual también ha sido considerado uno de los padres de la caricatura política moderna.
Pero el grabado más reconocido de ‘Los caprichos’ y que está incluido en la exposición del Museo Rayo es ‘El sueño de la razón produce monstruos’, donde un hombre dormido sobre un escritorio es rodeado por gatos, búhos y murciélagos, criaturas nocturnas que según explica Goya, representan a “la fantasía, abandonada de la razón, produciendo monstruos imposibles; unida con ella es madre de las artes y origen de las maravillas”. Sería esta imagen la que adoptarían artistas románticos del siglo XIX, expresionistas y surrealistas del XX para demostrar que el arte moderno es una mezcla de fantasía y realidad, tal como Goya lo había descubierto.
‘Los caprichos’, junto a las otras series de ‘Los Desastres de la guerra’, ‘Los Disparates’ y las llamadas ‘Pinturas negras de la quinta del sordo’, fueron el inicio del nuevo arte que hoy conocemos, producto de, como afirma Lion Feuchtwanger su biógrafo: “Un pintor audaz y obstinado que acabó triunfando sobre el fantasma de la arbitrariedad inquisitorial”.