Imagino como sería recrear para el cine lo que en otros espacios se vive como un minuto de silencio. Para nuestro caso, sería lindo imaginar un minuto de imágenes fugaces de una trayectoria que hemos vivido en muchas películas.
Fantástico lograr este homenaje imaginario para un extraordinario actor llamado: Gene Hackman (1930 – 2025) su obra recoge 80 películas y una trayectoria actoral de más de 40 años en la industria del cine. Hackman, su presencia escénica, tiene registros de todo tipo en su dilatada carrera. Su versatilidad queda en evidencia con sus dos estatuillas doradas, su primer Oscar lo recibió en 1971 por su papel de Jimmy “Popeye” Doyle en “Contacto en Francia”.
Su papel es el de un astuto sabueso policiaco en la frenética Nueva York, su rol dejó un sello particular que la academia premió a este, entonces, joven actor. En 1992, Hackman recibe su segundo premio por su papel de Little Bill Daguet, un descreído e insensible sheriff de un pueblo desolado en la portentosa película de Clint Eastwood llamada “Los imperdonables”, su segundo reconocimiento se le otorga por mejor actor de reparto.
El recorrido de su primer Oscar a mejor actor y dos décadas después ir a recoger el premio por el de mejor actor de reparto, habla de talento humano y profesional del hoy desaparecido Hackman, nacido en la propia meca del cine: San Bernardino, California, en 1930 y fallecido en ese mismo condado en febrero del 2025.
Hackman aprendió el arte de la actuación en una fase tardía de su vida. Primero fue militar y luego un hombre común en busca de encontrar un lugar en el mundo. Ese lugar se le fue revelando de a poco. Gene Hackman llega al teatro y desde ahí proyecta su carrera a la pantalla grande a la que llega en 1967, de la mano de una película que hoy es un clásico de todos los tiempos: “Bony and Clyde”.
El modelo artístico que soporta el trabajo de la interpretación dramática en Hollywood es el de los arquetipos. Los actores se concentran en lograr registros genéricos de los distintos roles que aparecen en una historia. El realismo que acompaña la obras en el cine se sustenta en el performance de las acciones y diálogos que recrea el actor.
Hackman se las arregló para dotar sus interpretaciones de un sello personal inconfundible: el carácter. Lo que para la mayoría de los actores es una dificultad, para Hackman, resultaba ser placentero: cambiar de registro. En sus numerosos papeles lo vemos encarnar el bien o el mal desde ángulos distintos unos de otros. Esa es la maestría del actor y eso lo logró Gene Hackman durante todo su extenso y magistral trabajo.
En la memoria quedan sus memorables papeles, por ejemplo, en la memoria del gran público lo recuerdan en una obra catastrófica de los 70 llamada “las Aventuras de Posseidon”, otros cinéfilos no olvidan sus sagas de “Superman” en donde interpretó a un maquiavélico Dr Luthor, en el recuerdo queda también su trabajo en la dura denuncia política que es “Misisipi Bourning”.
Espectadores de otras generaciones lo admiraron por su trabajo en la fantástica obra de los años 90 “Enemigo Público” en la que interpreta a un corrupto y poderoso agente secreto que persigue sin descanso a un acorralado Will Smit. Y por si faltaba algo es magistral su colaboración con la película de culto “The Royal Tenebaumm” de Wes Anderson.
Se ha ido uno delos últimos maestros del cine. Quedan pocos. La increíble condición metafísica del cine permite a sus estrellas ser eternas. Las innumerables películas en las que este actor iluminó las pantallas están ahí para siempre, y en ellas, ese hombre maduro, serio, de mirada profunda al que siempre le creímos, así unas veces sus papeles fueran de héroe inmaculado o en otras situaciones de villano irredimible. El cine es eterno.