Mi nombre es Carolina Salcedo. Vivo en el departamento de Nariño, donde tengo un pequeño local de comidas rápidas. Hace un tiempo tuve una urgencia bastante complicada: se me dañó una máquina que debía arreglar para seguir trabajando. En Facebook, me salió la publicidad de una aplicación que prometía crédito fácil: Loco Cash, se llamaba. Estas aplicaciones cambian de nombre constantemente.
Descargué la aplicación, miré las calificaciones, bastante altas (después supe que son los mismos administradores de las apps los que ponen la calificación) y pedí un préstamo de $120.000. La publicidad decía que era un trámite sin papeleo. Así fue. A las dos horas llegó a mi cuenta bancaria parte del dinero, $90.0000. Nunca me explicaron que descontaban una parte del préstamo para supuestamente pagar el servicio de la app.
Como necesitaba $1.000.000, en otra aplicación que permitía montos mayores pedí otro préstamo de $720.000. Pidieron una foto y datos sencillos: dirección, a qué me dedico, el monto de los ingresos. Me sucedió lo mismo: aunque pedí $720.000, me consignaron solo $480.000.
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Una semana después llegó el primer cobro. Me sorprendí: la publicidad decía que se pagaba a 90 días. No me esperaba ese cobro tan rápido, no tenía cómo pagar, y me atrasé. Después de varios mensajes intimidantes, las apps le mandaron la foto que les había enviado para sacar los préstamos a algunos de mis contactos del celular. Con un mensaje: decía que yo no quería pagar, y que los había puesto a ellos, a mis contactos, como referencia del préstamo, lo que era falso. No se pone de referencia a nadie.
Fue cuando descubrí uno de mis errores: cuando una descarga estas aplicaciones, es tanta la angustia que se tiene por la liquidez para solucionar un problema, que se le da ‘aceptar’ a varios permisos que solicita la aplicación, sin leer. Entre esos permisos está el de permitirle acceder a los contactos personales del celular. Con esa información te amenazan; “o pagas o le seguimos mandando mensajes a tus contactos”. Les escriben que uno no es de confiar, que es mala paga, que es ladrón, que es una rata. En esos términos se refirieron a mí.
Para evitar ese acoso, te dan una opción: pagar extensiones. Es como una especie de plazo para ponerte al día sin que le escriban a tus contactos. Pero las extensiones cuestan. Como es tal el desespero para evitar que te dañen la reputación, saqué otro préstamo de $600.000 para pagar el préstamo de $720.000. Y de ese préstamo de $600.000 pagué extensiones de $202.000 cada 7 días. Las pagué tres veces. Pero la deuda no bajaba. Es decir, pagaba ese plazo para que no les escribieran a mis contactos, pero nada se iba al capital de la deuda.
Haciendo cuentas, ya he pagado más del doble de los préstamos que saqué entre las apps Loco Prestamos, Vida Luja, Credi Bus, pero la deuda persiste. Es de casi 2.000.000. No he podido abrir el local de comidas rápidas porque no tengo plata para surtir, todo se me va pagando el infierno de esos préstamos. Psicológicamente estoy muy mal.
Han llegado al extremo de mandar la foto de usuarias diciendo cosas falsas, como que la persona pide préstamos y los devuelve con favores sexuales. Es una manera de presionar el pago para no seguir con ese tipo de mensajes. Hay personas que han tenido problemas con sus jefes, a los que también les escriben. Ya fui a la Fiscalía, donde me dicen que no siga pagando porque estoy siendo víctima de una extorsión. Pero el daño ya está hecho. Entré en depresión, no le encuentro sentido a nada después de la persecución de estas aplicaciones que le mienten a la gente con publicidad engañosa. Las condiciones de los préstamos son muy distintas a las que anuncian en su publicidad.
En Colombia, como en el resto del mundo, hay un auge de aplicaciones que prometen créditos digitales en teoría fáciles, sin papeleos ni estudios ni demoras, de montos que oscilan entre los $100.000 y los $2.000.000.
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Parte del fenómeno se debe a la pandemia del coronavirus, explica Erick Rincón, profesor Asociado de la Universidad del Rosario y Presidente de Colombia Fintech, la asociación de empresas Fintech del país, es decir aquellas que implementan tecnologías para la entrega y el uso de servicios financieros.
“La pandemia creó un efecto importante y es la digitalización de un gran número de procesos que resultaban demorados y tediosos, como el protocolo para solicitud de créditos digitales. Además, existe una enorme necesidad de crédito en la población en edad productiva en Colombia. Allí se presenta una deficiencia importante. Por eso el celular y las tecnologías de la información están cambiando la forma en la que las personas realizan este tipo de procesos. Esto explica la gran cantidad de aplicaciones que hoy existen”.
Colombia, agrega Alejandro Useche, profesor asociado de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario, es un país de ingresos bajos donde las personas necesitan créditos para solventar compras pequeñas, del día a día, algo que la banca tradicional no solventa, lo que lleva a los ciudadanos a considerar otras alternativas de endeudamiento como estas apps de crédito digitales que, en principio, son legales, pero aún hay enormes vacíos para regularlas.
Por ejemplo, los créditos se desembolsan con recursos propios de los dueños de las aplicaciones, no como sucede con los bancos, que utilizan la plata del público. Y una de las preguntas que aún no están del todo resueltas es de dónde provienen esos dineros con los que están haciendo los préstamos, y quiénes son las personas que están detrás del negocio, la mayoría con residencia en el exterior.
“Este servicio (las apps de préstamos digitales) es legalmente aceptado, ya que el funcionamiento de las Fintech consiste en la utilización de recursos propios para prestar dinero a terceros, de manera que no requieren estar autorizados por el Estado pues su objeto no es la captación de dinero del público. Sin embargo, el hecho de que las Fintech no requieran de una autorización estatal para su operación y no sean consideradas entidades financieras tradicionales como la banca, no implica que puedan operar sin regulación alguna”, dice el Superintendente de Industria y Comercio, Andrés Barreto González.
La Superintendencia de Industria y Comercio, es, de momento, la única entidad encargada de vigilar estas aplicaciones. La Super Financiera no las vigila por el hecho de no captar dinero del público.
Sin embargo, el asunto es tan complejo, que se requiere la intervención de otras entidades, como la Fiscalía, la Policía, la Super Financiera y la Super Sociedades, para hacer un control efectivo. Hay sospechas de dineros provenientes de pirámides que se estarían usando para prestar plata en algunas de estas apps.
Las denuncias de los usuarios por los abusos que están cometiendo vienen en aumento. Entre enero y el 15 julio de 2022, la SIC reporta 338 denuncias a estas aplicaciones, aunque, comparado con lo que se lee en las redes sociales y grupos de WhatsApp, el número es bajo. La mayoría de las quejas se están quedando allí, en los muros de Facebook, en parte por el desconocimiento de los usuarios: no saben dónde acudir.
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Las empresas más denunciadas son Construir Comundo SAS, cuya app se llama Eastbay o Popcash; Nanocred Colombia SAS, cuya app se llama Profin; y Finatrade (Pez Crédito). Hay otras apps también denunciadas como Vida Luja, Loco Préstamo y Móvil Crédito, cuyas empresas responsables no se han identificado. A Nanocred Colombia, la Sic ya le abrió una investigación formal.
“Lo que estamos viendo con estas aplicaciones de supuesto crédito fácil y digital es que hacen una labor muy agresiva de marketing, se le ofrecen a la gente como si estos préstamos fueran lo mejor, lo más rápido, barato, sin problemas, tientan al ciudadano a tomar los préstamos, pero con unas condiciones que las personas no entienden muy bien. Desde mi punto de vista hay un problema que parte del abuso de quienes ofrecen estas apps, pero también con quien acepta las condiciones sin leer los contratos o las reglas de lo que se está comprometiendo. Se toman estos préstamos con absoluta despreocupación y comprensión de lo que se está haciendo”, advierte el profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario, Alejandro Useche.
La angustia de los usuarios para evitar la persecución a sus contactos los ha llevado a implementar tutoriales que circulan en Internet y que supuestamente evitan que las aplicaciones reconozcan los contactos personales, como el ‘método ruso’. Según Harold, un barranquillero de 23 años que asegura permanecer con ansiedad después de que los cobradores de estas apps le mandaran audios con palabras soeces y amenazantes para que se pusiera al día con su crédito, (su celular permanece en silencio), lo que hace el ‘método ruso’ es introducir una especie de base de datos falsa al celular para que las aplicaciones de crédito no encuentren a los contactos reales.
“A mi familia y a mis amigos también les han mandado mensajes intimidatorios. En una ocasión me dijeron que iban a publicar una foto mía, que se la iban a mandar a los contactos con el mensaje que los había dejado como deudores. Y eso me preocupó. Con mi hermano, que es abogado, estamos preparando una demanda y la denuncia en Fiscalía, donde me recomendaron no seguir pagando extensiones de estos préstamos porque estaba alimentando que me siguieran extorsionando”, dice Harold.
El 23 de mayo de 2022, la SIC convocó a una mesa de trabajo con el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, la Superintendencia Financiera, la Super Sociedades, la Unidad de Proyección Normativa y Estudios de Regulación Financiera, la Fiscalía y la Policía, para intervenir las aplicaciones de crédito que estarían cometiendo esta persecución con los usuarios, además de otras irregularidades: en algunos casos, las direcciones de estas empresas que figuran en las cámaras de comercio corresponden a lotes desocupados o a panaderías de barrio, donde por supuesto no funciona ninguna oficina de ‘crédito fácil’.