Adelaida Fernández Ochoa fue ganadora del Premio Casa de las Américas en la versión Novela, con la obra la 'La hoguera lame mi piel con cariño de perro', una historia que involucra fragmentos de la vida de la esclava de la historia de Jorge Isaacs.

La literatura vallecaucana recibió un nuevo reconocimiento internacional, esta vez gracias al 56 Premio Casa de las Américas de Novela, que correspondió este año a la escritora caleña Adelayda Fernández Ochoa, por su libro ‘La hoguera lame mi piel con cariño de perro’.Aunque el fallo del premio, uno de los más prestigiosos de América Latina, se dio a conocer en La Habana el pasado 29 de enero, en Colombia es poco lo que se ha difundido sobre este importante logro que fue premiado “por proponer una vuelta a África como un mítico retorno, en un tránsito que desarma con lúcida reflexión el conjunto de ilusiones que articulan el pensamiento esclavista”, según el acta del jurado. La escritora, quien es graduada en Español y Literatura de la Universidad del Valle y tiene una producción literaria tanto en cuento como en novela, retoma en su obra premiada el personaje de Nay, la esclava de Efraín en la novela ‘María’ de Jorge Isaacs, para cumplirle su sueño de retornar a su natal África.La noticia ha sido motivo de orgullo para Adelayda Fernández. “Este premio me lo acaba de otorgar una Institución, así, con mayúscula. Una institución diáfana como el río de Macondo, entiéndase el río de manera literal: “un río de aguas diáfanas que se precipitaba por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”, Me siento orgullosa, muy orgullosa, de que Casa de las Américas me haya otorgado este premio”, dijo.¿A qué hace referencia el título de la novela?En el título de mi novela crepita la hoguera primigenia, la misma que nos hizo humanos, ella contiene todas las hogueras buenas, por fuera quedan la inquisición y los incendios. Esa hoguera también es la Casa. La casa de Nay y de la humanidad.¿Cómo surgió la idea de plantear una historia a partir del personaje de la novela de Jorge Isaacs?Se trata de la Otredad (condición de ser otro) que narra la historia no contada. Nay, en mi novela, es dueña de la palabra y de su vida, Nay se debe a sí misma. Esto no había sucedido en la novela colombiana. Ni Nay en ‘María’; ni Dominga de Adviento en ‘Del amor y otros demonios’; ni Sacramento o Narcisa en ‘La marquesa de Yolombó’; ni Andrea o Martina en ‘El alférez Real’; ni Rosa o Pía en ‘Manuela’; Ni Carmelita Durán en ‘Risaralda’ se narran a sí mismas. Analia Tu Bari, en La ceiba de la memoria, se narra pero se sienta de espaldas al mar que es símbolo de libertad suprema. Keyla, en Rencor, se narra pero ella es un Cristo sin redención. Y en Changó, el gran putas, la figura femenina es secundaria, ella da testimonio de la hazaña masculina. Todas esas novelas tienen la particularidad de ser escritas por grandes escritores. Todos hombres. En su novela usted cumple el sueño de Nay de volver a África, qué se propuso mostrar con esta historia, como la relaciona con la situación de la mujer afro actual?Nay vuelve a África de la misma manera que yo, otredad inexistente en la baraja de escritores de este país, según palabras de un poeta que me entrevistó, recibo un premio de una institución tan importante como Casa de las Américas, de la misma manera que cientos de mujeres afrodescendientes emigran a ciudades desconocidas y logran sostener a su familia: luchando. Pero mire, esa condición de Nay está en todas las mujeres valientes de este país, tengan o no raíces negras.¿Cuáles han sido sus autores de cabecera?Un autor que he leído con fascinación desde el octavo grado es Gabriel García Márquez. Hay dos autores que están en mi biblioteca y siempre me hacen guiños: Víctor Hugo y Cervantes. Amo a Tomás Carrasquilla. A mí se me hace que García Márquez es tributario de él. Me fascinan Saramago y Faulkner. Amo a Manuel Zapata Olivella y a Alejo Carpentier. Siempre vuelvo a Virginia Wolf. Me gusta leer a Clarice Lispector. Pienso que Roberto Burgos Cantor es mágico. Me gustan Abad Faciolince y Jorge Amado.¿Usted es docente en literatura, cómo ve la relación entre los jóvenes y la lectura en la actualidad?A la universidad están llegando jóvenes con serias deficiencias en lecto-escritura. Pienso que esto se debe a muchos factores, pero le menciono el que yo llamo una especie de satanización de la memoria. Para varias generaciones de colombianos una puerta de ingreso a la literatura fueron los poemas de Pombo. Nos los enseñaban con gusto y nosotros los aprendíamos de la misma manera. Por otra parte, los programas académicos privilegian las matemáticas, no tienen en cuenta que la palabra facilita el acceso a los números. ¿Y cómo ha enfrentado esa situación en su labor pedagógica?Le cuento dos anécdotas, una triste, muy triste, y otra esperanzadora. La primera sucedió hace un par de años: Una estudiante de literatura me dijo: “¿Sabe qué, profesora?, a mí no me gusta leer”. Pero aquí está la otra: un niño de 9 años, estudiante de cuarto de primaria, me propuso un negocio que yo acepté y resultó ser un proyecto de todo el grupo. Él me dijo: profesora, si me aprendo el principio de ‘Cien años de soledad’, ¿usted me pone un cinco? Y yo le dije: si se aprende la primera media página le pongo cinco para todo el período. El grupo entero se entusiasmó y juntos realizamos el proyecto. Pues ahora hay cerca de treinta personas jóvenes que recitan la primera media página de ‘Cien años de soledad’. Confío en que por lo menos uno de esos niños, a estas alturas con más herramientas, se motive a leer toda la novela.¿Qué retos como escritora le supone este premio y qué proyectos literarios tiene en el tintero?En este momento, veo un reto grande: seguir escribiendo. En cuanto a algún proyecto, yo siempre me acuerdo de Juan Rulfo, otro autor que me deja alucinada. Cuando le hacían esa misma pregunta, Rulfo decía que iba a escribir o estaba escribiendo una novela llamada La cordillera. Pero nunca la escribió.