La anécdota, afirman quienes lo conocieron, es verídica. El maestro Edmundo Arias, quien desde 1951, siendo apenas un veinteañero, se radicó definitivamente en Medellín, siempre se consideró un paisa honorario. Por eso, cuando alguien se atrevía a recordarle que, en realidad, había nacido en Tuluá, Valle del Cauca, él respondía que no tenía importancia, solo era un detalle menor, “porque los paisas nacemos donde nos da la gana”.
Los pocos años que vivió en el Valle del Cauca, sin embargo, tuvieron una influencia notoria en la obra musical de Edmundo Arias, considerado uno de los tres grandes compositores de música tropical colombiana, junto a los costeños Lucho Bermúdez y Pacho Galán.
Aparte de la cumbia, el porro y el merecumbé caribeños compuestos para big band, entre los que sobresalen ‘Cumbia candelosa’, ‘Güepa... je’, ‘Ave pa vé’, ‘Diciembre azul’, con los que el vallecaucano puso a bailar en salones y hogares a los colombianos de los años 50 y 60, también se interesó por los ritmos del Pacífico y de las Antillas, como el currulao y el bolero, para los que dejó canciones ineludibles del repertorio nacional como ‘El chontaduro’ y ‘Si hoy fuera ayer’, esta última popularizada por Alci Acosta.
En 67 años de vida, Edmundo Arias conformó un legado musical con más de 300 composiciones, dispersas en innumerables discos grabados con diferentes formatos orquestales, que fueron interpretadas por algunas voces inmortales como Noel Petro, Julio Jaramillo, Rómulo Caicedo, Lita Nelson, Bienvenido Granda, Tito Cortés y Teresa Collazos. Como director y arreglista, su otra gran faceta, grabó desde música bailable colombiana, hasta guaracha y tango.
De hecho, como cuenta Óscar Jaime Cardozo, orgullosamente tulueño, melómano, investigador musical y fundador del Museo Planeta Salsa de Cali, “Edmundo Arias y su Orquesta fueron los que grabaron con la argentina Lita Nelson, la canción ‘Palo bonito’, que se convirtió en éxito de la Feria de Cali, en su primera versión de 1958, y lo mismo sucedería años después con la canción ‘Güepa... je’, en la Feria de 1964″.
Sin duda, hay razones de sobra para recordar la vida y obra de Edmundo Arias, de quien se cumplirán 100 años de natalicio en 2025, por lo que, esta tarde, a las 4:00 p. m., en el marco del Encuentro de Melómanos y Coleccionistas, realizado dentro de la versión 67 de la Feria de Cali, se rendirá homenaje al máximo compositor vallecaucano de música tropical. El evento que estará a cargo, precisamente de Óscar Jaime Cardozo, experto en su discografía y quien tuvo la oportunidad de conocer al maestro.
El genio tímido y romántico
Edmundo Dante Arias Valencia, como fue bautizado, nació el 5 de noviembre de 1925, en la ciudad de Tuluá, hijo del compositor —este sí antioqueño— Joaquín Arias Cardoza y doña Amelia Valencia Arizabaleta, quienes a principios del siglo XX se radicaron con su familia, llegaron a tener nueve hijos, en el Valle del Cauca.
Como afirma Jaime Andrés Monsalve, periodista musical y jefe de programación en la Radio Nacional de Colombia, en su libro En Surcos de Colores, Edmundo Arias “tuvo como banda sonora el jazz, las audiciones tropicales de las emisoras cuyas ondas llegaban desde Cali hasta su Tuluá natal, y la influencia de los bambucos y pasillos de su padre y primer maestro”.
En este hogar musical, todos aprendieron a interpretar diferentes instrumentos, como la guitarra, la bandola, el tiple y el clarinete, pero fue Edmundo el que terminó dedicándose con más ahínco a la música, aprendiendo muy rápido de su padre, el arte de la composición y dirección de orquestas.
Para el melómano tulueño, “su padre fue un gran compositor, a él le debemos el bambuco ‘Los sauces’ y el torbellino ‘No hay como mi morena’. Sin duda, don Joaquín Arias se convirtió en el gran maestro de Edmundo y le marcó un derrotero en la música, ser disciplinado y exigente con la calidad musical”.
Por aquellos días, don Joaquín, Edmundo y su hermano menor, Ricaurte, un talentoso flautista, clarinetista y saxofonista, formaron el Trío Arias, que se presentó en ciudades del Valle y Risaralda, en particular Pereira, donde hacían actuaciones en vivo para la emisora La Voz Amiga.
Durante algunos años, la familia Arias Valencia también vivió en Buenaventura, donde Edmundo fue integrante de otros grupos como estudiantinas y orquestas, con las que interpretaban ritmos andinos y del Pacífico.
Al morir don Joaquín, Edmundo asume la dirección de algunas bandas municipales que estaban a cargo de su padre, como la de Pereira, donde también trabajó su hermano.
Pero fue en Medellín, epicentro de la música tropical de salón en la época, donde encontró la estabilidad económica y los estímulos para su gran talento musical, tanto como director, arreglista y compositor.
“La llegada de Edmundo Arias a Medellín coincidió con el auge de las casas disqueras, en especial con Discos Fuentes que se instaló en la capital antioqueña, convirtiéndola en la meca de la producción discográfica colombiana”, comenta Óscar Jaime.
Por la misma época, empezó ganar fama la personalidad única de Edmundo Arias, caracterizada por una fuerte timidez que, en opinión de Jaime Andrés Monsalve, influyó en que no ganara el amplio reconocimiento de Lucho Bermúdez y Pacho Galán.
“Un terror profundo al protagonismo, o incluso eso que hoy se han dado en llamar síndrome del impostor, fue la única razón por la cual el compositor vallecaucano no tuvo una figuración mayor en los escenarios de la música tropical en el país, que igual la tuvo. Una timidez casi patológica vestida de pudor evitó que pudiéramos tenerlo con asiduidad en conciertos o espacios radiales y de televisión”, escribe el periodista musical en su libro.
“Él empezó a trabajar en Discos Fuentes —cuenta Óscar Jaime—, pero tuvo inconvenientes por su timidez, dicen que como buen genio musical, recibía los encargos y se iba, luego regresaba y entregaba los arreglos, a cualquier hora. Entonces, otros músicos y gente que trabajaba allí cumpliendo horarios, se quejaron. Así que, parece que el mismo Antonio Fuentes le dijo que debía empezar a cumplir horarios como todo el mundo, Edmundo respondió que ‘Bueno, señor’, pero se fue un día por la tarde y nunca volvió. Pidió trabajo en otra disquera, que por ese tiempo se peleaban por tenerlo en su equipo, ya que muy pocos tenían su talento para dirigir, hacer arreglos y grabar”.
El melómano tulueño afirma que Edmundo Arias no tuvo una orquesta permanente, como otros directores, “él primero componía y hacía los arreglos de varias canciones, como para un disco, luego buscaba los músicos para el formato que necesitaba y grababa con varios nombres, como Edmundo Arias y su Orquesta, o la Sonora Cabecenido o la Sonora Antillana, de las que se prensaron varios discos. Ese era su modus operandi, por eso lo llamaron el rey de las orquestas de grabación”.
A propósito, el nombre de la Sonora Cabecenido, fue tomado del apodo que tenía Edmundo Arias, a quien, cuando empezó a quedarse sin pelo en la coronilla de su cabeza, empezaron a llamarlo “cabeza’e nido”. Bajo este formato, que también se conoció como la Sonora Antillana, grabó boleros y guarachas para Bobby Ruiz, Bienvenido Granda, Gregorio Barrios, Raúl López, Chepito Giraldo, entre otros.
La timidez, sin embargo, no impidió que el vallecaucano sedujera con su música a las mujeres, por eso, una parte significativa de sus composiciones tienen nombres femeninos: Amparito, Consuelito, Juanita bonita, Ligia, Nubia, María Eugenia, Silvia, Victoria, Marta, Alicia, Angelita...
Hasta sus últimos días, Edmundo Arias estuvo dedicado a la composición y acompañó a su orquesta, siempre con un bajo perfil, pero manteniendo la rica musicalidad por la que siempre se distinguió. Murió el 28 de enero, de 1993, en su patria chica, Medellín.
Play List de Edmundo Arias
Cumbia:
- Diciembre Azul.
- Cumbia Candelosa.
- Al Compás de las Polleras.
- Alma Quibdoseña.
- Amparito.
- Güepa... Je.
- Las Diez Velas.
- Ave pa’ Vé.
- Cumbia Morena.
- La Luna y el Pescador.
Porro:
- El Mecánico.
- Orlandito.
- Porro Sabrosito.
- Aracataca.
Currulao:
- El Chontaduro.
- La Mano Pelu’a.
Bolero:
- Evocación.
- Si hoy Fuera Ayer.