Generalmente en Colombia, quienes ejercen un oficio de manera empírica suelen tener menos oportunidades laborales. Pero la historia es otra con este grupo de 16 técnicos en mantenimiento de equipos biomédicos: gracias a la certificación de su destreza, tramitada con el Grupo Escala, logró montar una empresa en Cali que hoy ya cuenta con registro del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos, Invima.
Se llama JM Tecnología Biomédica S.A.S. Y Antonio Castaño, su fundador, es un empresario que aprendió todo lo que sabe a través de la experiencia práctica que adquirió trabajando con empresas que venden y distribuyen máquinas y equipos para centros médicos, oficinas odontológicas y clínicas de todos los niveles.
La certificación le permite a las personas empíricas ser reconocidas en su hacer, aunque no hayan logrado cursar una carrera universitaria. Hoy, en muchos países la certificación en un oficio es algo obligatorio.
Comenzó en esa industria cuando tenía 16 años laborando como auxiliar general en una compañía del sector donde aprendió a maniobrar, arreglar y mantener todos los aparatos que requerían los procesos clínicos. Junto a él, otros 15 trabajadores más ingresaron a la empresa con las mismas funciones. Y teniendo en cuenta ese talento a disposición, en 2010 decidió independizarse para constituir un negocio propio.
“Estoy especializado en el tema odontológico, entonces por ejemplo si algún odontólogo tiene un problema con sus máquinas, o debe hacerles el mantenimiento periódico, yo presto el servicio”, precisa.
Como pasa con casi todo en la vida, no fue un camino fácil. Cuando empezó a consolidar la empresa, dice Antonio, el primer obstáculo fue la solicitud que le hicieron varios clientes, que le pidieron el registro Invima para poder aceptar sus servicios.
La urgencia de resolver esa primera necesidad, fue la que en 2009 lo llevó a las puertas del Grupo Escala, entidad con la que tramitaron su certificación laboral en Reparación y Mantenimiento de Equipos para la Salud y Automatización Industrial. Con ese documento, constatando un proceso de validación de destrezas y capacidades, pudieron conseguir el registro Invima. Entonces, dice Antonio, la certificación fue el primer paso.
“Nuestro problema -recuerda- en ese tiempo, es que no existían instituciones educativas que enseñaran a mantenimiento de equipos biomédicos, pero la certificación de Escala fue mucho más que un título para nosotros”, dice.
A los 43 años, Antonio habla con orgullo de su esfuerzo y no es para menos: su empresa también ha contribuido a la reconstrucción de los sueños de otros trabajadores empíricos que penaron que todas las puertas estaban cerradas para ellos.
Este es el caso de Gustavo Zuleta, quien lleva más de 25 años en el oficio: “Hace unos años la Universidad Nacional, donde siempre he trabajado, me dijo que si no tenía un título o un documento que validara mis conocimientos, no podía continuar. Hice la certificación con el grupo Escala y me volvieron a contratar”.
Zuleta, de 70 años, resalta entre las bondades de las certificaciones, el chance que le dan a las personas mayores de seguir siendo útiles.
Después de la certificación, los trabajadores de JM Tecnología Biomédica S.A.S., comenzaron a buscar la manera de cursar una tecnología en mantenimiento y reparación de equipos biomédicos, el programa no existía en ninguna parte. Antonio Castaño, cuenta que tramitó derechos de petición y los envió al Sena, al Invima y a la Secretaría de Salud municipal, hasta que el Taller de Educación en Salud, Tecnisalud, abrió la carrera técnica.
Para ellos, el proceso de certificación ha sido, simplemente, abrirle la puerta a una nueva vida.
Joan Steven Castaño, hijo de Antonio, decidió seguir los pasos de su padre y se certificó en el mismo oficio. Hoy, a sus 20 años, ya labora en una reconocida empresa de equipos biomédicos en Cali.