El pasado 12 de mayo la Armada de Colombia interceptó en aguas del Pacífico colombiano el semisumergible de mayor dimensión que hasta la fecha se haya incautado, con una extensión de 30 metros de largo por 3 de ancho.
El artefacto ilegal era tripulado por tres hombres de nacionalidad colombiana de 63, 54 y 45 años, y en su interior fueron encontrados 102 bultos que arrojaron 3058 kilogramos de clorhidrato de cocaína, que tenían como destino Centroamérica.
Desde el año 1993, cuando la Armada Nacional localizó el primer artefacto tipo semisumergible en la Isla Providencia, durante los años siguientes, 1994 y 1995, se detectó un caso por año en el Caribe colombiano.
Sin embargo, fue en el año 2007 cuando organizaciones del narcotráfico concentraron todos sus esfuerzos en consolidar la estrategia del transporte de sustancias ilícitas en astilleros artesanales, ubicados en los esteros aledaños a ríos navegables en la Costa Pacífica.
En lo que va corrido del año, confirmó el contraalmirante Carlos Alberto Serrano Guzmán, comandante de la Fuerza Naval del Pacífico, han interceptado 13 semisumergibles LPV (embarcación de bajo perfil, por sus siglas en inglés) e incautado 64.458 kilos de clorhidrato de cocaína y 35.088 kilos de marihuana.
Dijo también que el ‘auge’ de estos artefactos para el tránsito de cocaína, - aunque el pasado 26 de mayo incautaron uno con más de tres toneladas de marihuana, también en el pacífico sur -, responde a la necesidad de los grupos delincuenciales de desmarcarse de los temas tradicionales de construcción de cualquier tipo de embarcación.
Anteriormente, explicó el oficial, usaban lanchas rápidas llamadas Go Fast, pero ahora pasaron a la fabricación de un tipo de embarcación que por su diseño hace difícil la detección.
“El auge de los semisumergibles es la facilidad para construirlo, pues tardan de uno a cuatro meses y lo pueden hacer en cualquier sitio de la geografía del Pacífico ya que no necesitan de un astillero grande, sino artesanal, improvisado, es decir en cualquiera de los esteros. Los fabrican en las áreas de mangle, en la parte selvática y en el bosque, en cualquier espacio que tenga salida al mar”, sostuvo el Contralmirante.
Respecto a la capacidad de estos artefactos navales, señaló que usualmente son de una tonelada, pero hace algún tiempo eran un poco más grandes y llegaban hasta cinco o seis toneladas, pero esto demandaba mayor tiempo y conocimiento, razón por la cual hoy su carga está entre una y cuatro toneladas.
“Las rutas que emplean todas son viables, pero las más rentables son las de más larga distancia, por la misma dificultad que hay para detectarlas, es decir, las que van a Centroamérica, que sabemos es el destino más buscado, aunque también ha habido casos en que van hacia el área del Ecuador”, explicó Serrano.
Dijo también que el costo de un cargamento incautado depende del número de kilos que transporte. No obstante precisó que a los Estados Unidos el kilo podría estar por el orden de los US$33.000, mientras a Europa alrededor de US$60.000. En el caso de la marihuana los costos varían mucho, pues van de US$1400 a casi US$6000 por kilo.
Años de tráfico en el Pacífico
Iván Carvajal, experto en seguridad, subrayó que el tema de los semisumergibles no es nuevo y se presentan entre Tumaco, Nariño hasta Buenaventura, en el Valle del Cauca, pero últimamente han intensificado su accionar desde la costa caucana, entre Guapí, Timbiquí y López de Micay, especialmente en esta última zona.
“Esto se da porque López de Micay es una convergencia natural de toda la producción de cocaína que viene del Naya, zona rural de Jamundí, y toda la cocaína que viene de Argelia, Cauca, que es el Valle del río Micay y termina en ese municipio”, dijo el experto.
Las embarcaciones son construidas en fibra de vidrio con capacidad para transportar dos o tres pasajeros, con autonomía en alimentación y agua, pero máximo pueden ser navegadas por cuatro o cinco días ya que en altamar se contactan generalmente con buques más grandes y ahí descargan el alijo.
“Los semisumergibles casi nunca se recuperan, se pierden en el viaje, aunque son bastante costosos, dependiendo de su tamaño y capacidad. No se pueden sumergir más de 20 metros y tienen que estar muy sobre la superficie”, sostuvo Carvajal.
Además, les ponen una plaqueta de metal en la cubierta para evitar ser detectados por los rayos infrarrojos de los aviones.
Fuentes de la Armada, indicaron que la construcción de este tipo de embarcaciones de bajo perfil como se les conoce, puede costar unos US$800.
Según Carvajal, algunos de estos semisumergibles han tenido capacidad y autonomía para llegar a La Florida, Estados Unidos, e incluso hasta España, y pese a que la Armada tiene una operación de interdicción muy activa en el Pacífico Sur, es muy difícil controlarlos debido a la gran cantidad de costa y de selva.
Por su parte, Felipe Fernández, también experto en seguridad, reiteró que en la actualidad la mayoría se utilizan para el tránsito de cocaína, lo que ha obligado a las autoridades a replantear sus estrategias de interdicción y adaptar sus metodologías en la lucha contra el narcotráfico.
Manifestó que esta ruta la comparten estructuras como el ELN, las disidencias de las Farc y el Clan del Golfo que también participa en estos corredores de movilidad del narcotráfico.
De otro lado, Dennis Huffington, de la Fundación Paz y Reconciliación, Pares, de la Oficina del Pacífico, cuenta que fue Wenceslao, un narco que hacía parte de la estructura de alias Jabón, el que habría usado por primera vez los semisumergibles en el pacífico colombiano y “hoy todavía lo siguen haciendo los nuevos narcos que llegaron, además de algunos capos de la estructura del Comando Coordinador de Occidente”.
Las personas que manejan estos artefactos serían las mismas que antes triuplaban las lanchas, porque son las que conocen las rutas.
“Desde el Naya es que se tiene registro que provienen estos semisumergibles y otros desde Buenaventura, donde hay muchas bodegas de pesca abandonadas. Allí también se hacen reparaciones a barcos y se construyen lanchas, entonces hay unas hipótesis de que allí se construyen algunos”, dijo Huffington.
Agregó que son mucho más lentos que una lancha rápida o un barco, pero la ventaja que tienen sobre estas embarcaciones es que son más difíciles de detectar por los radares, sobre todo, cuando hay un fuerte oleaje. De ahí que las organizaciones criminales y narcotraficantes los prefieran.