La victoria del candidato de Jair Bolsonaro en Brasil marca un “giro de 180 grados” en la política del gigante latinoamericano y de la región, dijo a El País el analista argentino Jorge Castro.

El avasallador triunfo del nuevo Mandatario en la segunda vuelta electoral, realizada el 28 de octubre, se ha sentido desde la Patagonia hasta Washington, pues, de atenerse a las declaraciones de campaña y a los primeros anuncios de esta semana, la política exterior brasileña girará con fuerza hacia la derecha.

No se trata de una tendencia nueva, sino de un giro que se ha ido profundizando año tras año en el Cono Sur: el triunfo de Mauricio Macri en Argentina en las elecciones de 2015, la destitución de Dilma Rousseff en 2016, la ruptura de Lenín Moreno, electo en 2017 en Ecuador, con su antecesor Rafael Correa, y las victorias de Sebastián Piñera en Chile, Mario Abdo Benítez en Paraguay e Iván Duque en Colombia en 2018, fueron deslizando la plataforma política suramericana hacia la derecha.

Esto aísla aún más al Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, al de Evo Morales en Bolivia y al de Daniel Ortega en Nicaragua, los únicos representantes de la izquierda que se mantienen en el poder en el continente.

Pero a diferencia de los triunfos anteriores, el de Bolsonaro es cualitativo, pues nunca hasta el momento, desde la recuperación de la democracia a mediados de los años ochenta, había ganado un candidato con expresiones tan agresivas, que van desde su maltrato a las mujeres y a los negros, hasta sus comentarios a favor de la tortura y la dictadura.
Es también la primera vez desde el fin de los gobiernos totalitarios, que llega a la Presidencia un candidato con tan claro respaldo de los militares, y que llevará a varios de ellos a altas posiciones de poder, según se ha anunciado.

“Brasil por sí solo, es la mitad de los 12 países de América del Sur en PBI, territorio y población”, por lo tanto, sus movimientos políticos hacen inclinar la región hacia un lado u otro”, señaló Rosendo Fraga, director del Centro para la Nueva Mayoría de Buenos Aires.

En los últimos dos años, la combinación del escándalo de corrupción conocido como ‘Lava Jato’, la recesión económica, la destitución de Dilma Rousseff y el frágil Gobierno de Michel Temer que la sucedió, “neutralizó a Brasil como actor regional y global. Con un nuevo Presidente electo, recupera el rol natural en la región y en el mundo y esto es lo que está sucediendo”, agregó Fraga.

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El volantazo

“Hay un giro de 180 grados en la política exterior y en su estrategia de inserción internacional. El objetivo central es claramente la apertura de la economía brasileña, que es la más cerrada del mundo después de Sudán. Es un cambio de fondo de la relación de Brasil con el mundo y la región”, anotó el analista internacional Jorge Castro.

En su primer discurso como presidente electo, Bolsonaro indicó que va a liberar a Brasil y a Itamaraty (sede del Ministerio de Relaciones Exteriores) “de las relaciones internacionales con sesgo ideológico”. Dijo que “no podemos seguir coqueteando con el socialismo, el comunismo, el populismo y con el extremismo de izquierda”.

En su plan de Gobierno se lee que “dejaremos de alabar dictaduras asesinas y de despreciar o incluso atacar democracias importantes como Estados Unidos, Israel e Italia”.

Su primer anuncio de política internacional confirmó este giro radical, al decidir trasladar la embajada de Brasil a Israel, en Jerusalén, desafiando todas las resoluciones de las Naciones Unidas y alineándose claramente con Washington.

Aunque luego se desmintió, Bolsonaro también afirmó que sacaría a su país de las Naciones Unidas y, en cuanto al cambio climático, sus declaraciones contra los territorios indígenas y el apoyo de la bancada ruralista en el Congreso hacen temer que el país abandone sus compromisos en esta materia.

También habrá una clara diferencia con la política seguida por los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff en cuanto a la integración regional. La Unasur, nacida en 2008 en Brasilia, una creación política de Lula, parece condenada a la muerte o al olvido.

Bajo su lema 'Brasil por encima de todo. Dios encima de todos', Bolsonaro, asumirá el 1 de enero como jefe de Estado de los brasileños.

Del dicho al hecho hay mucho trecho

A pesar de estas declaraciones y de los primeros pasos de política exterior que contradicen lo adelantado por Itamaraty en la última década y media, todavía es temprano para saber el verdadero contenido de las decisiones internacionales del nuevo habitante de Planalto y hasta dónde primarán las políticas de Estado sobre los arrebatos electorales.

En cuanto a Venezuela, por ejemplo, Bolsonaro ya desmintió cualquier tipo de intervención militar: “De nuestra parte no existe eso. Brasil siempre va a buscar la vía pacífica para resolver los problemas”.

Sobre Mercosur, el bloque de integración regional formado con Uruguay, Argentina y Paraguay, el futuro ministro de Economía, Pablo Guedes, señaló que “no es prioridad”. Sin embargo, Bolsonaro matizó lo dicho por su ministro.

“El Mercosur fue firmado en 1991 por presidentes de centro-derecha como eran (Carlos) Menem y (Fernando Henrique) Cardoso, lejos de la ideología populista de izquierda que irrumpió en la región en la primera década del siglo XXI”, recuerda Rosendo Fraga.

“Como toda Unión Aduanera, sus miembros deben negociar en bloque los tratados de libre comercio y no puede hacerlo bilateralmente. Lo que se planteó, en realidad, desde el equipo de Bolsonaro, fue que el Mercosur retrocediera de Unión Aduanero a Zona de Libre Comercio, con lo cual cada país puede negociar libre comercio con terceros en forma bilateral”, añadió.

De cualquier manera, es una mala señal para sus socios que Bolsonaro haya decidido realizar su primera visita internacional a Chile, que es miembro de la Alianza del Pacífico y no del Mercosur, y no a Argentina, su principal socio comercial en la región.

Lo que haga Bolsonaro en este aspecto será decisivo. “Mercosur es sinónimo de Brasil, que representa 74 % de la economía del bloque, y más del 90 % con Argentina”, recordó Jorge Castro.

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Otro aspecto crucial es China. Bolsonaro dijo que se necesita “menos China y más EE. UU.”, pero su afinidad con Donald Trump puede entrar en contradicción con las pragmáticas necesidades comerciales: Brasil dirige 21,8 % de sus exportaciones hacia el país asiático, mientras que a Washington solo envía un 12,5 %, y otro 8,1 % a Argentina.

En conexión con esto, falta saber qué sucederá con el bloque BRICS – Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-.

“Lo que se sabe es que el núcleo duro de poder de Bolsonaro tiene cierta resistencia a la política exterior del eje Sur-Sur, el intercambio de recursos, tecnología y conocimiento entre países en desarrollo, especialmente en América Latina y África”, escribió Diego Pautaso, profesor de Relaciones Internacionales y Geografía del Colegio Militar de Porto Alegre.

Realidades matizadas

Está por verse hacia dónde termina inclinándose el gigante regional, o si se trató simplemente de un volantazo para volver el carro al centro de la ruta, después de 13 años de gobiernos de izquierda.

Para Jorge Castro, hablar en términos de blanco o negro, de progresista o derechista, no explica mucho, en primer lugar porque las recientes elecciones produjeron una renovación política en Brasil: “Hay 270 nuevos diputados que no tienen antecedentes políticos y 46 de los 55 senadores tampoco. Hay una extraordinaria modificación”.

Otro factor a tener en cuenta es que para hacer contrapeso al giro del coloso suramericano está México, donde el 1 de diciembre tomará posesión Andrés Manuel López Obrador, un presidente con un claro perfil progresista, que se impuso de manera amplia en las elecciones del pasado 1 de julio con 53 % de los votos y 30 puntos de diferencia sobre el segundo contrincante.

Tampoco hay que olvidar que los mandatarios pertenecientes a la derecha del arco no la tienen fácil: Pedro Pablo Kuczynski tuvo que renunciar en marzo de este año antes de ser destituido por sus vínculos con el escándalo de Odebrecht, y Mauricio Macri ha sido sometido a una brutal turbulencia económica que condujo a una devaluación de la moneda en más de un 100 % en lo que va del año, con efectos políticos inciertos.

En este continente acostumbrado a las mareas y tempestades políticas, es mejor no sacar conclusiones categóricas y definitivas.