Sí amigo lector, esta es la cifra que ya usted habrá leído o de la cual ha escuchado otras tantas veces. Se trata del pago mensual que se da a los integrantes de nuestro ‘Honorable’ Congreso de la República, con cargo a los recursos públicos, esos a los que usted y yo aportamos mediante el permanente incremento de impuestos con los que siempre nos crucifica el gobierno de turno con distintos pretextos y argumentos, incluyendo el actual.

Es una cifra escandalosa en el contexto de ser Colombia uno de los países más desiguales del mundo, en términos de ingresos por persona y otras dimensiones, creo que el segundo o tercero (no lo tengo del todo claro), pero en todo caso una condición muy deshonrosa.

Con otros conceptos (primas, bonificaciones especiales y otros factores salariales) este ingreso llega perfectamente, léase bien, a los $ 74.653.260 pesos mensuales, a lo cual hay que sumar una frondosa burocracia que se establece a través de las llamadas Unidades de Apoyo o Trabajo Legislativo que son los equipos de técnicos y profesionales que se supone ayudan al congresista en la labor que tiene de hacer y estudiar leyes, pero que bien se sabe (en buena parte de los casos) figuran solo sobre el papel para entregar al parlamentario o a la causa partidaria correspondiente, la mitad o más de su salario mensual.

Pero también hay tiquetes aéreos casi que ilimitados, camionetas blindadas con escoltas, bonos de combustible, trabajan solo de martes a jueves y no todos los meses del año, entre otras muchas más prebendas, que en comparación con los ingresos y condiciones del resto de los colombianos, es una realidad que realmente ofende, y de qué manera.

Las generalizaciones son odiosas, sin duda, pues hay muy buenos congresistas, aunque más bien pocos, pero esta es la regla general de un Congreso de la República que tiene una mayoritaria desaprobación entre la opinión de los ciudadanos. Muchos de estos mal llamados ‘Padres de la Patria’ escasamente atienden el llamado a lista y eso que en muchos casos, ni se asoman por el recinto parlamentario y cuando lo hacen asisten muy dispuestos a recibir contratos o puestos a cambio de su voto favorable a los proyectos del gobierno de turno, de nuevo, incluyendo el actual.

De manera que es muy bienvenida la iniciativa del senador Iván Cepeda de presentar un proyecto de ley para disminuir el salario de los congresistas, que ha prometido presentar como proyecto de ley en la próxima legislatura.

Pero este proyecto debe incluir otros aspectos como la reducción significativa del tamaño o composición del Congreso, prohibir la jubilación automática de por vida a la que tienen derecho los congresistas una vez dejan de serlo, no ejercer en más de dos periodos consecutivos y que la reducción salarial sea a la mitad, esto es, que resulte realmente significativa y no algo apenas cosmético o de apariencia.

Este no es el primer intento para reducir los ingresos desproporcionados de los congresistas, que además sirve como referencia para establecer el de otros altos cargos del Estado. En otros momentos iniciativas similares han náufrago por cuenta de los exponentes de la vieja política de siempre, pero incluso por la incoherencia de integrantes del Pacto Histórico, para muchos de los cuales ese ingreso es incluso insuficiente (no alcanza, dijo uno de sus integrantes) y que son quienes nos prometieron un “cambio” en las prácticas políticas tradicionales, corruptas y clientelares.

Ojalá este proyecto en esta ocasión si pase la prueba y sea aprobado con aplicación inmediata. ¡Ya amanecerá y veremos!