Aprovechando el más reciente tema de actualidad, donde Colombia fue el gran ganador de ser el anfitrión de la COP16 de Biodiversidad, quisiera comentar aspectos relevantes a tener en cuenta, más allá del magno evento que organizaremos en octubre de este año.
En un mundo donde la huella del desarrollo humano se extiende sobre paisajes naturales con una velocidad y escala sin precedentes, la protección de la biodiversidad emerge no solo como imperativo humano, sino como necesidad urgente para garantizar el futuro sostenible de nuestro planeta. La biodiversidad, con su intrincada red de especies y ecosistemas, sostiene los sistemas vitales que permiten la vida en la Tierra, incluyendo la purificación del aire y el agua, la polinización de cultivos y el mantenimiento de equilibrios climáticos y ecológicos.
Colombia, un país megadiverso que alberga cerca del 10% de la biodiversidad mundial en apenas el 0,7% de la superficie terrestre del planeta, se encuentra en una posición única no solo para recibir el encuentro mundial de promoción de la biodiversidad, sino también para liderar con el ejemplo en la protección de esta riqueza natural y demostrar el valor inherente de la biodiversidad en la promoción del desarrollo sostenible. Los esfuerzos de conservación en áreas como el Parque Nacional Natural Chiribiquete, un santuario de biodiversidad y patrimonio cultural, o el Parque Nacional Natural Los Farallones, subrayan la importancia de proteger espacios únicos que son vitales para la conservación de especies endémicas y para la preservación de las culturas ancestrales.
Sin embargo, fenómenos como la deforestación, minería ilegal y el cambio climático continúan representando amenazas significativas para la biodiversidad en Colombia y el mundo. Es aquí donde la política pública, el seguimiento presupuestal y la sostenibilidad deben entrelazarse para crear soluciones efectivas. La implementación de políticas que promuevan prácticas agrícolas sostenibles, la inversión efectiva en energías renovables y el fortalecimiento de las áreas protegidas son pasos fundamentales hacia la conservación de la biodiversidad. Es crucial que los gobiernos asignen recursos financieros adecuados para la gestión y protección de áreas naturales, para la investigación y el monitoreo de la biodiversidad.
La participación ciudadana y la educación ambiental también juegan un papel esencial en este esfuerzo. Ser conscientes sobre la importancia de la biodiversidad y el fomento de un sentido de responsabilidad compartida pueden impulsar la adopción de comportamientos sostenibles a nivel individual y colectivo. Son varias las acciones que podemos emprender en este frente: reducir, reutilizar y reciclar; el uso responsable del agua; la alimentación con productos locales y de temporada; usar medios de transporte más verdes como caminar, montar bicicleta o compartir el vehículo; participar en programas de reforestación y adoptar espacios verdes locales; plantar especies nativas en jardines y espacios comunitarios; consumir productos amigables con el medio ambiente; promover programas de ecoturismo responsables y proyectos de conservación comunitaria. Todos estos no solo contribuyen a la economía local, sino que también promueven una relación más armoniosa entre los seres humanos y la naturaleza.
Que la coyuntura actual no sea algo ‘de moda’ que nos lleva a tener como centro de conversación la biodiversidad, sino que realmente sea esta la oportunidad de considerar realizar acciones individuales y colectivas que nos permitan asegurar la preservación de nuestro patrimonio natural para las generaciones futuras. Sumarse a las acciones del sector público, privado y las comunidades, con actos sencillos, pero también con iniciativas innovadoras, inversiones estratégicas y un compromiso colectivo de colaboración debe ser nuestro norte permanente. ¡Así ganamos todos!