En 1948, en Cali, en el barrio Alameda, nace la tercera plaza de mercado de la ciudad que adoptó el nombre de Alameda porque así se llamaba y se sigue llamando el barrio desde su creación en 1938.
En 1957, llega a esa plaza como usuaria en la venta de gallinas, mi madre Concepción Garzón, popularmente conocida como ‘Conchita’ y que venía de ser damnificada de la extraña y dolorosa explosión que sufrió Cali el 7 de agosto de 1956, que dejó como saldo la muerte violenta de miles de personas y la desaparición de muchos negocios y pequeñas empresas, entre ellas la plaza de mercado conocida como ‘Belmonte’, donde mi madre era dueña de un pequeño puesto de venta de gallinas, desapareciéndose así, la segunda plaza de mercado que tenía Cali en ese entonces.
Desde que nacieron por necesidad de abastecimiento de productos alimentarios las plazas de mercado en diversos municipios de Colombia, el terreno y la infraestructura de las mismas ha sido propiedad del Estado municipal, pero los usuarios de cada uno de los puestos de venta de productos alimentarios, como mi madre y demás personas de origen campesino y popular, han sido y son los verdaderos propietarios de las mismas no solo porque han pagado impuestos por el derecho a sus puestos, sino porque con su trabajo y sacrificio, han contribuido al fortalecimiento de las plazas de mercado y de paso, garantizarle comida y educación a sus hijos. Por esa razón, en mi condición de exvicepresidente de Colombia y exgobernador del Valle del Cauca me siento orgulloso de ser el hijo de una vendedora de plaza de mercado.
En tal sentido, respaldo la lucha de los usuarios de la plaza de mercado Alameda, agrupados en Asoalameda, lo mismo que de todos los usuarios de las plazas de mercado de los diversos municipios de Colombia por lograr que se les respete su condición de propietarios de las mismas, donde la mayoría son mujeres y como garantes de una política no monopólica en materia de abastecimientos de alimentos que es fundamental en la construcción de una política pública de seguridad alimentaria.
A lo anterior debemos agregar que las plazas de mercado son patrimonios integrados y centro de saberes; que cada una de ellas representa la realidad de una pequeña Colombia, donde priman los principios humanistas de la convivencia pacífica, de la hermandad y la solidaridad.
Esas son las razones fundamentales que deben llevarnos a solicitarle al Estado, en su conjunto, que promueva la figura de las plazas de mercado como parte de la historia de cada municipio. Que tenga en cuenta que son patrimonios integrados de Colombia y que por lo tanto su mejoramiento en materia de infraestructura, seguridad y bienestar social para los usuarios, empezando por los niños y adultos mayores, debe ser el resultado de una política de diálogo social y presupuesto participativo del Gobierno Nacional, con los gobiernos departamentales, municipales y usuarios de las plazas de mercado y siempre bajo la figura democrática de que ‘todos ponen’.
Lograr lo anterior no es tarea fácil pero tampoco imposible. A favor ya se tienen las positivas luchas y asociaciones de los usuarios de las plazas de mercado Alameda en Cali, Corabastos y Paloquemao en Bogotá D. C., como posiblemente también en otros municipios colombianos.
Lo importante ahora es contribuir a que dialoguen y se unan en la diferencia a fin de lograr que las plazas de mercado, continúen siendo patrimonio cultural e histórico de los municipios y centros fundamentales que contribuyan a hacer de Colombia, un país de propietarios.