Agustín Laje, autor de La batalla cultural (2022), un interesante y oportuno libro, muestra cómo el paso de la premodernidad a la modernidad fue el paso del mundo rural al mundo urbano, y que el paso de lo moderno a lo posmoderno es el del mundo de la ciudad al mundo de la imagen. Y que, por lo tanto, “no es casual que Las Vegas […] haya suscitado la primera teorización sobre la posmodernidad” aludiendo a Aprendiendo de Las Vegas, 1977, el libro de Denise Scott Brown, Robert Venturi y Steven Izenour, arquitectos y profesores en ese entonces de la Universidad de Yale (p. 267).

En ese libro, muy influyente en la crítica de la arquitectura en la segunda mitad del Siglo XX, Scott Brown, Venturi e Izenour, documentan e investigan la dispersión urbana y los métodos de representación de la capital del entretenimiento, para estudiar el simbolismo de una ciudad que había crecido en medio del desierto de Mojave a una velocidad jamás vista, una ciudad espejismo cuyas vallas publicitarias de neón y la extraordinaria baja densidad urbana conformaban, en especial por las noches, una suerte de espacio urbano de ficción, conformado, precisamente, por imágenes.

Un mundo de la imagen que lleva a la novedad que pretende la arquitectura espectáculo desde finales del Siglo XX, que, como lo señala Helio Piñón, se trata de una novedad más que de una cosa nueva, como se escribió en esta columna recientemente (Novedad v/s calidad, 11 /07/2024) todo ello debido a la ausencia de un conjunto de propiedades inherentes a algo, como sí lo fue en la arquitectura moderna, que permite juzgar el valor y calidad de una edificación, pero ahora cada obra nueva, así sea una edificación común, pretende ser una novedad, si no es que ya está pasada de moda.

Por lo contrario, lo que de cara al cambio climático sí se requiere perentoriamente, es recurrir a la arquitectura regenerativa, que sería también sostenible, a partir de lo que ya hay en cada lote: su relieve, clima y vegetación, y utilizando lo construido en él, si lo hay, y no demolerlo ignorando el capital, mano de obra, energía y agua invertidos, y los materiales, componentes y elementos que puedan ser reutilizados. Además de proyectar construcciones pensadas como una nueva parte que se agrega a la ciudad existente, considerando su entorno, y no apenas como una edificación más.

Se trata, pues, de una nueva relación entre cultura, economía y política, precisamente los tres temas en los que sus cambiantes relaciones a lo largo de la historia constituyen el eje en que se centra el libro de Agustín Laje, y que explican su subtítulo: Reflexiones críticas para una nueva derecha, el que hay que entender en ese sentido, el de reflexiones, y sin prejuicios políticos. “La batalla cultural habrá de ser total, habrá de hacerse presente allí donde lo cultural se haya vuelto político”, dice Laje (p. 486); al fin y al cabo polis y política surgieron juntas desde la antigüedad y su relación cambia según cada época.