De mi paso por la política me acompaña una convicción: la política siempre es enredada y confusa. Solamente un día está clara y ese es el día de las elecciones. Pero a partir de ese momento vuelve a enredarse. Eso acaba de ocurrir el domingo pasado.
Petro, a pesar de todas las prevenciones válidas que despierta, ganó no obstante que la abstención brilló como otras veces. Y se ha crecido tanto, que ya no cabe en la ropa. Se jura un Castillo, un Boric, un Ortega y otro Maduro. Piensa bajo el embrujo del engaño y de palabras con deliberada ambigüedad como “democratizar la economía”, que en el nuevo modelo que propone se aplicarán otros términos para expropiar lo que se ha ganado limpiamente por otros. Así establecerá de entrada, como lo ha dicho, una “emergencia económica” que le permita avasallar los bienes conocidos como propiedad privada; e irá imponiendo su concepción de la “democracia” que busca a través de una reforma constitucional inicial el unipartidismo. Y habrá cárceles abiertas para el que piense distinto. Ese es su sueño y dentro de él fluirá la concepción de un sistema socialista no exactamente democrático y su perpetuación en el poder, en medio de un odio de clases.
El rector de la Universidad del Valle, doctor Édgar Varela, nos decía a los columnistas cómo en ese centro educativo no se cobra matrícula a la juventud de los estratos uno, dos y tres. Pero, ¿de dónde salió eso? Del gobierno actual -así lo odien-, como salieron planes de vivienda y de salud y grandes carreteras y fuentes de energía eólica y subsidios, días sin IVA para abaratar el costo de la vida y estimular la industria para crear trabajo dentro de la gran crisis que ha provocado la pandemia.
Ellos, los ‘petros’, devorados por el odio social, gritan la gran necesidad del cambio. Pero no dicen en qué consiste tal cambio. Con cara gano yo y con sello pierde usted. Eso se llama fullerismo.
Y por allí andan inflados el Roy, el Benedetti -aunque perdió la curul-, Piedad Córdoba a pesar de sus crímenes y el abusador Gustavo Bolívar que hizo suicidar al hijo de Bruno Díaz con sus infamias. Ricos todos con mansiones de millonarios, pero ahora apóstoles de la nueva era.
Claro que esas elecciones dieron vida a un hombre joven, alegre, descomplicado, sencillo y preparado que camina y camina hablando con la gente, sintiendo donde les duele e identificándose con su dolor. Ese es un personaje nuevo que da la democracia con un sentido de auto defensa: Federico Gutiérrez, o sencillamente Fico. Ganó lejos en el grupo Equipo por Colombia y fue reconocido con emoción por sus compañeros. Zuluaga renunció a la candidatura que ostentaba y adhirió a él; y se abrió un panorama de esperanza en contra de los engaños del señor Petro.
En un debate de la Revista Semana, Fico desenmascaró sus mentiras y recordó el pasado al señor Petro, quien se atrevió a negar lo de los carros chatarra que importó para el aseo en Bogotá, que todos tenemos en la memoria, como los fajos de Montes y sus relojes de playboy y los Ferragamos.
Desde luego que la presencia y gestión futura de parte de Fico abren un panorama de esperanza. Habrá al frente del nuevo gobierno un hombre inteligente contra el que nadie se ha atrevido a señalar ni un abuso ni un acto indelicado. Constituye un cambio de la política, que fatalmente venía marcada hacia destinos abominables. El compás de la esperanza se abre y el apoyo de los buenos no se hace esperar. Estamos abiertos pues a ese cambio en medio de la noche desesperada.
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