La principal obra del caleño Alfonso Borrero Cabal (1923-2007) lleva por título ‘La Universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias’. Son siete tomos que dan cuenta de La Universidad (con mayúscula) como la institución de mayor impacto cultural y social surgida en el mundo occidental. Aunque muchos quieran debilitar o desconocer su importancia y significado en el mundo actual, la verdad es que La Universidad, en medio de sus constantes transformaciones, es y seguirá siendo vigente para el desarrollo humano, para buscar la paz y para proteger nuestra casa común.
La expresión Universitas magistrorum et scholarium (profesores y académicos universitarios) tuvo su origen en la mal llamada Edad Media, y hacía referencia, según Borrero, al “conjunto de personas aglutinadas en torno al oficio del saber”, personas que se atrevieron a sacar los libros y el conocimiento de los monasterios y las abadías para poder dedicarse, con mayor tiempo y libertad “al oficio del saber”, esto es, a investigar, desarrollar y comunicar ese saber a las nuevas generaciones.
Es en ese contexto que surge la idea de la autonomía universitaria, de la que hoy tanto se habla, como si fuera una conquista reciente. Era lógico que quienes ejercían el dominio político y religioso en la Edad Media quisieran tener bajo su control a quienes se dedicaban al oficio de investigar y comunicar el conocimiento. Por eso muy pronto las primeras y más destacadas universidades (Bolonia, Oxford, París, Salamanca, Cambridge, Heidelberg) fueron conquistando y exigiendo la autonomía universitaria, que para ellas significaba libertad corporativa para configurar planes de estudio, nombrar profesores y administrar sus bienes.
Esa autonomía medieval difiere, evidentemente, de la autonomía universitaria tal y como muchas personas la entienden hoy (para algunos activistas se reduce a que la policía no entre a los campus universitarios). Pero lo más importante es que, tanto ayer como hoy, y esta es una afirmación que pretende ser válida universalmente, la autonomía universitaria en realidad procede, antes que nada, de la libertad del espíritu humano para investigar y conocer la verdad. Si no se reconoce esa autonomía, cualquier justificación o defensa de la autonomía universitaria resulta inútil y fatua.
Y esa es la razón por la que hay que estar vigilantes para cuidarla, preservarla y protegerla ante los ataques, muchas veces peligrosamente solapados, de sus numerosos enemigos y agresores. La lógica del poder político no obedece a la del saber. Este último es más libre que aquel. Ya en los umbrales del mundo moderno Francis Bacon (1561-1626) se esforzó por enseñarnos que, si bien knowledge is power (conocimiento es poder), el poder del conocimiento es más noble porque es espiritual y puede poner a temblar incluso las fuentes, presuntas o reales, del dominio humano sobre la naturaleza y sobre los demás seres humanos.
El control político de la gobernanza universitaria, sea desde la izquierda o desde la derecha, representa una sentencia de muerte para la autonomía universitaria. El espíritu humano, presente y activo en la vida de las universidades que realmente son Universitas magistrorum et scholarium, jamás dejará de buscar verdad, justicia y esperanza por medio del saber. Y a eso sí que vale la pena apostarle, mucho más que a fomentar constituyentes universitarias que nadie sabe en manos de quiénes acaban y a dónde pueden conducirnos.
*Rector Universidad Javeriana Cali