Como era más que previsible las críticas de los ecologistas al proyecto de construir un mega puerto en Tribugá no han hecho más que crecer. Denuncian que el puerto no solo supondrá graves daños en los manglares de esa región sino que la construcción de la carretera que lo uniría con Quibdó cruzará la serranía de Baudó causando daños seguramente irreparables a la selva que aún la cubre.
Añaden que quienes han impulsado este proyecto hasta lograr su incorporación al Plan Nacional de Desarrollo son unos irresponsables, poco o nada conscientes de que la destrucción de la selva chocoana es de hecho un delito de lesa humanidad porque supone, entre otras cosas igual de nefastas, la supresión de uno de los pulmones del planeta.
Son gente o son agentes de empresas que no parecen haber tomado nota de que el calentamiento global que padecemos actualmente está siendo agravado tanto por la incapacidad de los países industrializados de controlar los gases de efecto invernadero como por la destrucción sistemática de las selvas tropicales.
De Indonesia a la cuenca del río Congo y de allí a la cuenca amazónica, dichas selvas están siendo arrasadas por las multinacionales que explotan despiadadamente sus ingentes recursos naturales sin pararse a pensar ni por un instante cuánto daño nos hace a todos la destrucción de las mismas.
El Chocó, para nuestra desgracia, no escapa a este diagnóstico. Las empresas mineras llevan un siglo explotando sus reservas de oro y platino sin preocuparse lo más mínimo por las consecuencias de la deforestación y de la contaminación de los acuíferos. Una tarea de destrucción que se ha agravado en los últimos años por la decisión del gobierno de Uribe de otorgarles patente de corso a las multinacionales madereras que están convirtiendo en leña uno de los ecosistemas más ricos de la Tierra.
Pero si todo lo dicho es grave, es aún más grave el empeño en construir el puerto de Tribugá siendo que existen alternativas al mismo. De hecho en una pasada columna hablé del proyecto de construir un ferrocarril capaz de unir los puertos de Cartagena y Buenaventura y de conectar a Barranquilla, Medellín, Pereira, Armenia, Manizales, Cali y Popayán. Esta alternativa es buena tanto porque libra al Choco de una nueva agresión a su selva como porque une nuestras dos costas y articula la red de ciudades más densa del país con un sistema de transporte de reducido impacto ambiental.