Se pueden decir miles de palabras sobre la necesidad imperiosa de proteger los recursos naturales. Pero es más didáctica la exposición de casos concretos en los cuales el mal uso de los recursos naturales ha generado tragedias y hasta catástrofes.
Los polinesios que hace siglos poblaron la actual isla de Pascua decidieron arrasar la vegetación para usarla como recurso energético. Los pocos pobladores que quedaron tras el desastre ecológico fueron esclavizados y vendidos por traficantes de personas a fines del siglo XIX.
Como testigos mudos de la tragedia quedaron más de mil estatuas de piedra, algunas colosales y de confección compleja que demuestran los altos grados de civilización que imperaron en la isla de Pascua antes del arboricidio.
Otra tragedia sucedió en Centroamérica con el pueblo Maya, en los siglos VIII y IX de nuestra era, cuando sequías interminables arrasaron cultivos y fuentes de agua, lo que obligó a los Mayas a emigrar y dispersarse. También quedaron como testigos de la tragedia las pirámides y monumentos que hoy admira el mundo.
Seria preocupación ecológica debe causar la escasez de agua que comienza a notarse en la ciudad de Bogotá. Con buen criterio, el alcalde Carlos Fernando Galán impuso un plan de uso racional del recurso hídrico, sin el cual, como se sabe, no es posible la vida. También acierta el Gobierno Nacional cuando advierte que la capital no puede seguir creciendo al ritmo que trae.
La deforestación comienza con pequeñas áreas, continúa ampliándose por la supuesta conmiseración hacia los que nada tienen y se llega a casos extremos como el de la parte oriental de Bolivia, donde se ha prendido fuego a un área aproximada de 4 millones de hectáreas de la selva amazónica. Pero no solamente la depredación de recursos naturales ofrece casos de estudio.
Cualquier estatista puede colocar su lupa sobre lo que ha sucedido en Argentina en los últimos treinta años. La gente resolvió rodearse de subsidios, gabelas, pensiones y ventajas de origen estatal hasta agotar los recursos fiscales y económicos disponibles.
Acudieron entonces al crédito internacional. Cuando esta posibilidad se agotó, se dedicaron a emitir moneda en niveles descomunales. Hoy, por cada persona que genera riqueza en Argentina, hay dos que viven de prebendas y subsidios. En la vecina Chile, en cambio, la proporción es de uno a uno.
Por ello, un tipo rudo como Javier Milei se ha encargado de tratar de enderezar las cosas en Argentina. La gran nación austral ha producido personajes de pocas palabras y mensajes directos. Perón dijo alguna vez que “a los amigos todo y a los enemigos ni agua”. Javier Milei responde a cualquier reclamo con un lapidario “no hay plata”.
Otro caso de estudio para los analistas de la democracia es lo que sucede en Venezuela desde las elecciones del 28 de julio. Con cinismo y frescura el perdedor Nicolás Maduro desconoció los resultados de los comicios y se hizo proclamar vencedor. Este desarrollo de los hechos se anticipaba porque a Maduro y sus secuaces no les interesa gobernar, sino estar en el gobierno.
PD: El autor de estas líneas se declara incapaz de comentar las últimas expresiones, actitudes y declaraciones del Presidente de Colombia, por la sencilla razón de que quien esto escribe no es médico, ni sicólogo, ni siquiatra.