Amistades y complicidades, cuando provienen de contiendas politiqueras y el clientelismo, deterioran sensiblemente la vida y la economía de los pueblos. Si a ello se añade un pensamiento mesiánico en posición de poder, habrá graves errores de cálculo y desvíos producto de la idea que el sujeto tiene de sí mismo.
Un reflejo de las malas alianzas de un gobernante de enorme ego, fue el consejo de ministros televisado el 4 de febrero, en una suerte de tragicomedia en que no se sabía si reír o llorar, porque de por medio está el país. De manera sibilina sorprendió a su gabinete con un informe preparado por Armando Benedetti, su partner en las electorales, sobre los resultados de la gestión de cada cartera.
Entre las interminables divagaciones quedó claro que el objetivo del Presidente era lavarse las manos por la bajísima ejecución de las tareas de gobierno, culpa de los ministros, no de él, que es un revolucionario. Desdeñó a sus más leales alfiles con señalamientos de ser postizos y tener agendas paralelas, además se despojó de su ropaje de izquierda, porque seguro ya no le sirve así.
Cuando algunos funcionarios osaron rechazar la designación de Benedetti como jefe de despacho del gobierno, por sus indebidas actuaciones y procesos judiciales en curso, Petro relativizó los motivos y principios por los cuales ellos alzaron su voz, con el cuento de que todo el mundo merece segundas oportunidades, incumpliendo así su deber de velar por la idoneidad de quien nombre en un alto cargo.
Es curioso que aun así, siendo una actitud incorrecta e incoherente del presidente, le abonen calidades y talento que otros no logramos verle. Olímpicamente, defendió a Benedetti hasta el absurdo de decir que “tiene una especie de virtud, es ser loco”. Lo quiere cerca por motivos que callan y porque, según Gustavo Bolívar, es soporte emocional del mandatario y fue decisivo en el logro de la campaña al “tejer los puentes”.
Más allá de ese episodio, lo cierto es que la falta de ejecución y coordinación del gobierno, debido a la personalidad caótica de Petro que le impide trabajar en equipo con sensatez, varias de sus políticas y medidas han tenido efectos negativos, al afectar cuestiones vitales de la Nación. No sirve hablar de paz y desigualdad si, al mismo tiempo, por acción u omisión, se deteriora gravemente la seguridad territorial, energética y social en salud, así como otros asuntos de interés público.
Por malas decisiones que facilitaron la expansión de grupos armados, poblaciones desplazadas y confinadas como nunca antes, claman lo mismo que las tías de Francia Márquez: “Qué hacemos, nos van a matar aquí”. No menos delicadas son las consecuencias de perder la autosuficiencia en gas, suspender proyectos de exploración - sin estimar el tiempo para el paso a energías limpias y el impacto en Ecopetrol- deteriorar el sistema de salud hasta desconocer órdenes de la Corte Constitucional sobre el mismo, poner palos en la rueda a proyectos regionales o sustituir canales diplomáticos por la red X.
Ante ello, la gente se pregunta: ¿Qué derecho tiene un gobernante de actuar sin medir el riesgo de estragos en la economía y vida de los ciudadanos? Como no lo tiene, es deber de los organismos legales competentes evaluar el tipo de conducta y responsabilidad a su cargo, según el caso. Así lo esperamos en un país en llamas cuyo presidente se ausenta.