A finales del siglo pasado cuando me ocupé intensamente del tema de las drogas ilícitas, reclamaba en reuniones internacionales que, así como se buscaba erradicar los cultivos de coca o marihuana debería hacerse un esfuerzo importante para evitar que este flagelo llegara a zonas o países que todavía se mostraban como inmunes a esta plaga mortal. Me refería al caso de Nariño y de Ecuador. No se hizo lo que era aconsejable y hoy Nariño sufre indeciblemente por el tema de la droga y, quién lo creyera, también, en Ecuador. ¡Como que nadie se salva!
El domingo pasado el presidente del Ecuador, Guillermo Lasso, planteó un referéndum sobre temas muy delicados, como la extradición de nacionales y otros relacionados con la minería ilegal. Se trataba de aprovechar la elección de autoridades locales y regionales para empujar la participación.
Estuve tentado de escribir antes de las elecciones una columna llamando la atención de cómo ese tipo de riesgo político no debía correrse, ya que existían varios casos de gran importancia en los cuales la convocatoria de un referéndum había resultado un fracaso por circunstancias que han sido bien analizadas, que podrían resumirse en una sola afirmación: los ciudadanos no votan por el contenido del referéndum, sino por otros elementos que en ese momento estén afectando su percepción sobre la realidad política, el prestigio o desprestigio del presidente, o del Gobierno o de alguno de sus ministros o una situación de carestía u otro factor que generara desagrado en la población.
Finalmente, no me atreví a escribir porque supe de encuestas que publicaban que el referéndum contaba con los votos necesarios para su aprobación. Simplemente, me coloqué en posición de enorme curiosidad porque me parecía que si era como se estaba anunciado en las encuestas se estaría produciendo un fenómeno que contrariaba los más recientes análisis sobre el comportamiento frente a un referéndum. Inclusive, el propio lunes, se recibieron informaciones muy positivas. Pero bien pronto el presidente Lasso reconoció que el referéndum había sido derrotado y que, amigos del presidente Correa, hoy en el exilio en Bélgica, habían obtenido triunfos importantes como las alcaldías de Quito y Guayaquil, entre otros.
Vale la pena tomar en consideración lo que ocurrió en Ecuador porque se reafirma así una tesis que viene consolidándose sobre los riesgos políticos que se corren al proponer un referéndum cuando la situación política no es óptima.
Lo que ocurrió en Colombia el primero de diciembre de 1957, con el mal llamado plebiscito, es un ejemplo que reafirma los estudios sobre este tema. El plebiscito fue abrumadoramente aprobado porque se estaba viviendo una situación de optimismo, de esperanza, que ponía punto final, y así fue, a la confrontación violenta entre liberales y conservadores. Un Acuerdo de paz muy exitoso.
El Brexit en el Reino Unido mostró, una vez más, el riesgo de someter un texto complejo, en una situación política similar, a votación popular. Todavía el Reino Unido no se recupera de esa decisión.
El referéndum en Colombia para aprobar el Acuerdo Final con las Farc también reafirmó las conclusiones de los estudiosos de este mecanismo en la vida política. Así se rompió el consenso político en Colombia, en materia grave. Y en Chile recientemente ocurrió lo propio con el proyecto de una nueva Constitución.