Me parecen muy afortunadas y conformes con nuestra tradición las conversaciones del presidente electo, Gustavo Petro, con el secretario de Estado Blinken y luego con el presidente Biden. Ambas reflejaron el espíritu de colaboración que ha caracterizado nuestra bicentenaria relación bilateral. La carta de renuncia del embajador Pinzón muestra que son muchos y muy relevantes los proyectos que están en marcha. Es muy buen comienzo que augura, ojalá así sea, la continuación de una tradición diplomática, particularmente beneficiosa.

Para los Estados Unidos esta no es la primera vez que mantiene una relación cordial con un gobierno presidido por un militante de la izquierda. Basta recordar la provechosa relación con Luiz Inácio Lula da Silva, o más recientemente con el Presidente mexicano. No es poca cosa que una de sus primeras acciones hubiera sido la renegociación del Nafta, la joya de la corona en la relación entre estos dos países, que tienen además una historia algo turbulenta siempre alimentada por el grave y complejo fenómeno migratorio. Conviene recordar esa historia para asegurarse de que, aún en situaciones conflictivas bien difíciles, ha sido posible mantener una relación amistosa. Es el oficio de la diplomacia. Hoy, y ya desde hace varios años, enriquecida por lo que se denomina la diplomacia presidencial, o sea el mutuo conocimiento y buen trato entre los presidentes. En el caso Biden-Petro, todo indica un buen comienzo.

No deja de ser muy llamativo que el triunfo electoral en el nivel presidencial de un dirigente de izquierda coincida con la celebración del bicentenario de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Colombia. Se reconoce que, no obstante altibajos y situaciones tan significativas como la separación de Panamá, el entendimiento entre los dos países haya sido excepcional y mutuamente beneficioso. No se entiende la historia de Colombia sin una apropiada comprensión de nuestras relaciones bilaterales.

En buena hora, el embajador Juan Carlos Pinzón promovió la elaboración de un ambicioso libro sobre el tema. Además, realizado en muy poco tiempo. Un trabajo en el que colaboraron expertos que dieron lugar a textos que fueron armonizados. Nada fácil. Silvia Dangond, funcionaria de la Embajada, jugó un papel crucial. Ayer, 24 de junio, la vicepresidenta y canciller, Marta Lucía Ramírez, presidió varias sesiones conmemorativas. Y, apenas justo, se condecoró al profesor Michael Shifter, expresidente del Diálogo Interamericano, principal tanque de pensamiento sobre la región, quien siempre estuvo atento a lo que ocurría en Colombia con su sentido crítico y muy constructivo, algo que no siempre se consigue. Tenemos una importante deuda de gratitud con él y con la institución que dirigió por más de doce años, de la cual forma parte desde hace más de tres décadas. Su voz ya es familiar entre nosotros.

Difícil entender el desarrollo económico, social, político, académico de Colombia sin contar con los aportes mayores o menores de los Estados Unidos. Mi propia vida y la de mi familia están íntimamente vinculadas a esa gran nación y no sólo académicamente.

¿Cómo valorar el nivel académico de la Universidad de los Andes sin tomar en cuenta la enorme contribución de todo orden de las instituciones estadounidenses privadas o gubernamentales? Y algo similar, aunque no tan significativo, podría predicarse de otras universidades. ¡Ello no se dice para subestimar la contribución de Inglaterra, Francia, Alemania, España, Holanda, para mencionar tan solo algunos otros países!