Una cosa es la intención de voto y otra la favorabilidad. No coinciden. Y, por eso, no sobra comentar al respecto.

El Tiempo (diciembre 21, pag.1 punto 4) publica la lista de favorabilidad de más de 20 personalidades, casi todos precandidatos (varios ya no) o candidatos (los que ya coronaron). Los datos son reveladores de la situación política que sirve de contexto al proceso electoral que tendrá su primera manifestación el 11 de marzo con la elección de congresistas y algunas consultas que definirán alianzas y candidaturas.

Nadie tiene una favorabilidad superior al 50%. Este es el porcentaje del expresidente Álvaro Uribe, según esta encuesta de Gallup. Una cifra que dice todo sobre la ruptura del consenso, tema que menciono obsesivamente. Entre 41 y 50 hay siete políticos. Sólo uno tiene consolidada su candidatura, Sergio Fajardo, con 47% porque ya rechazó la opción de una consulta para ampliar su convocatoria.

La candidatura de Fajardo es el producto de un gesto de generosidad política (¡rarísimo!) que hizo que Claudia López y Jorge Enrique Robledo reconocieran la evidente ventaja de Fajardo no sólo en la coalición que formaron hace varios meses, sino en la competencia con los demás candidatos. Eso hacía innecesarios otros procedimientos como el de la encuesta o el de la consulta.

Entre Fajardo y Uribe se encuentra Humberto de la Calle con 48 puntos. Es el segundo. Es el candidato del Partido Liberal como producto de una costosísima consulta y ayer se iba a definir si la suya podría ir respaldada como resultado de una consulta exitosa con Petro, Clara López y Caicedo.

Es un caso típico en el cual la favorabilidad no coincide con la intención de voto detectada en otras encuestas de la misma empresa. Es el segundo en favorabilidad pero está muy lejos de contar con una intención de voto equivalente o cercana. ¿Acaso víctima de la actitud negativa hacia algunos aspectos del Acuerdo de Paz? Pero Sergio Fajardo lo apoya. ¿Acaso su condición de negociador? ¿O su larga vinculación al servicio público? ¿Cuál sería la gran diferencia con Fajardo? Coinciden en la favorabilidad pero no en la intención de voto. Se podrían señalar muchos factores pero los reduciría a uno: Fajardo se proyecta como un ‘outsider’ (alguien que no ha formado parte del juego político tradicional). Alguien que no ha utilizado los procedimientos convencionales de la mecánica política, que lleva 14 ó 15 años desafiando esas ‘mañas’ y que, ahora, coherentemente, se proclama contra la manera como se obtiene el poder en Colombia (¡el mundo de los ‘Ñoños’ y los Musas!). Un desafío a la política tradicional. Para decirlo en una palabra: Fajardo representa el Cambio. Una actitud que es clave en esta competencia por la Presidencia. Y Cambio entendido en una dimensión muy profunda.

Es que Fajardo ha estado en la política pero como disidente, adentro pero afuera, como Claudia López y Jorge Enrique Robledo sus coequiperos, como Mockus. Su juego ha sido diferente, su estilo, sus planteamientos, su vocabulario, encarnan el cambio sin generar desconfianza o grandes temores. Esperanza que busca un país diferente.
En otra ocasión examinaré el caso de Iván Duque y Martha Lucía Ramírez y el del propio Vargas Lleras. Ojo a Juan Manuel Galán, quien podría, sin ser candidato, jugar un papel significativo.