No es tema fácil. Vengo observando con especial cuidado las relaciones entre el gobierno (Presidente y ministros) y la coalición en la formulación de políticas públicas claves.
En la administración Barco el esquema partido de gobierno-partidos de oposición (Conservatismo y la Unión Patriótica en la oposición -el Nuevo Liberalismo obró como independiente) fue una experiencia política que ponía fin a un largo periodo de gobiernos de coalición. Era muy importante establecer reglas de juego en la relación del gobierno con el Partido de Gobierno, el Liberalismo, y con los que se habían colocado en la oposición o en otra condición. No existía Estatuto de la Oposición.
Pero era apropiado decir que las principales garantías, derechos y deberes, estaban en la Constitución Política.
La directiva del Partido Liberal solicitó reunirse con el presidente Barco para conversar sobre lo que deberían ser esas reglas. Como Ministro de Gobierno ofrecí elaborar un borrador sobre esta delicada materia, pero una renovación en el gabinete ministerial no me permitió culminar ese trabajo.
Todos los días somos conscientes de este tipo de dificultades. Lo vivimos con la Reforma Tributaria, en la cual el ministro Ocampo jugó un papel determinante tanto con las fuerzas políticas en el Congreso como con la sociedad civil. Una proeza. No ha sido lo mismo en el caso del Proyecto de reforma al Sistema de Salud. Ni siquiera en la coalición original de gobierno se le reconoce a la Ministra de Salud la voluntad, la capacidad y el talante para realizar una tarea semejante. El propio presidente del Senado, Roy Barreras, la descalificó sin miramientos. Y luego de la crisis ministerial, el expresidente César Gaviria hizo lo propio.
¿Cómo gobernar democráticamente una coalición? Es pregunta indispensable en las actuales circunstancias. La experiencia de este primer semestre debiera ofrecer lecciones que facilitaran la tarea de sacar adelante unas políticas públicas altamente significativas, frente a las cuales existen los más diversos intereses, sin descartar los que tienen carácter meramente ideológico.
¿Qué pasa con la coalición ampliada de gobierno, que algunos definen como una aplanadora, si no se logran los consensos sobre los ejes centrales de la propuesta que se debaten, estatización, exclusión del sector empresarial, empadronamiento con implicaciones políticas, pérdida de libertad de los ciudadanos para escoger médicos, clínicas?
Existe un consenso sobre las fallas más evidentes del Sistema de Salud, pero no sobre las dimensiones ideológicas que inspiran la reformulación del mismo. ¿Acaso un desacuerdo fundamental? ¿Insuperable? ¿Afectará las otras propuestas de reformas si éstas incluyen estos elementos ideológicos?
Un gobierno de coalición como el de Colombia sobrevive en la medida en que todos los miembros de la coalición hagan concesiones que permitan la viabilidad de la gestión pública. Una cosa es un gobierno de partido y otra, muy diferente, un partido de gobierno. Un gobierno de partido es posible si controla las palancas de poder: mayorías en el Congreso, gobernaciones y alcaldías, también del partido, etc. Otra cosa es un partido de Gobierno que reconoce la separación de poderes, que carece de mayorías en el Congreso, que no cuenta con todas las Alcaldías y Gobernaciones. El Partido de Gobierno conduce, inspira, coordina, construye consensos, pero no impone su ideología. Mucho menos cuando el partido de gobierno es una coalición que ha requerido de otros partidos para construir una coalición mayoritaria.