Por fin estamos en el Siglo XXI. Eso es lo que quiere decir la aprobación esta semana de la Ley promovida por la ministra Sylvia Constaín. Ha sido un ejemplo de perseverancia admirable. En medio de las más desfavorables circunstancias en el Congreso y en la sociedad logró algo que parecía imposible. Pero mucho más importante que eso, ha colocado a Colombia en el cibermundo, en la revolución más importante de nuestro tiempo y de todos los tiempos, que es la digital.

¿Acaso una exageración? De ninguna manera. Cualesquiera que sean las críticas que se le formulen al contenido de la Ley, lo estratégico es que entramos en esa revolución y que ello traerá consecuencias inimaginables para la modernización de Colombia. De toda Colombia. Es que no se trata de la modernización de un sector. No. Se trata de la herramienta que más allá de todo lo que podamos imaginar va a jalonar la modernización del país.

Lo clave en esta reforma será la Comisión Reguladora que tendrá que estar sintonizada con los grandes avances tecnológicos en este campo, sus repercusiones y además, deberá estar siempre anticipando lo que va a ocurrir. La obsolescencia y la innovación serán el pan nuestro de cada día.

Para decirlo en palabras de este autor tan contemporáneo, Harari, en ‘Las 21 lecciones para el siglo XXI’, “si alguien nos describe el mundo de mediados del Siglo XXI y parece ciencia ficción, probablemente sea falso. Pero si entonces alguien nos describe el mundo de mediados del Siglo XXI y no parece ciencia ficción, entonces es falso con toda seguridad. No podemos estar seguros de las cosas concretas, pero el propio cambio es la única certeza” (págs. 289-90).

Es que la revolución digital es la mejor herramienta para la equidad, en casi todos los campos. En el sector educativo, ni hablar. Si hoy tenemos acceso a las mejores conferencias de las universidades más prominentes en el mundo, en forma gratuita, pues algo parecido tiene que estar sucediendo en todos los niveles. Lograr en el campo del conocimiento una igualdad de semejantes proporciones es todavía algo impensable. Ciencia-ficción. Lo que se requiere es que los países iberoamericanos trabajen en la traducción de estos contenidos lo cual ya tampoco es tan difícil porque el doctor Google ha ido mejorando increíblemente su capacidad de traducción.

En el campo de la medicina es que ya no logramos estar al día en los cambios tan significativos que las plataformas digitales están permitiendo. Recientemente, una persona experta me explicó lo que está ocurriendo en el manejo del tema de la diabetes. Ya uno suspende el juicio porque sobrepasa cualquier expectativa. En algunos casos el problema es el costo de la aplicación de algunas de estas innovaciones milagrosas (pronto ya no hablaremos así, creeremos que son normales). Pero ya se encontrarán los mecanismos para hacerlas accesibles.

Insisto en que la Comisión Reguladora tiene una tarea que no puede ser inferior a la naturaleza de esta revolución digital. No se trata de pasar meramente normas sino de ir adaptando la nueva Ley a innovaciones impensables.

Telefónica, en España, tuvo la sabiduría de poner las telecomunicaciones de su tiempo al servicio de la modernización de España. Se concibieron planes de desarrollo para las diferentes regiones. Jalonó la modernización de España.