Perú, Chile, Brasil, Argentina han experimentado o van a tener procesos electorales que no son comparables con los que están ocurriendo en Colombia. Muy útil saber interpretarlos y así estar en capacidad de aprender las lecciones que sean relevantes. Ojo, no se puede incurrir en el error de trasladar a nuestro escenario electoral las ocurrencias que resulten atractivas en otros países.
El próximo domingo se realizará la segunda vuelta presidencial en Chile. En principio, se dijo que habían ganado los extremos. Ahora, que los candidatos se han acercado a propuestas menos radicales. El último debate así lo mostró.
Ni la tradición electoral chilena, ni los treinta años gloriosos de la concertación que permitieron grandes avances económicos y sociales, ni lo que ellos denominan el estallido social, se parecen a nuestra situación.
El caso del Perú es también muy diferente. Llegaron 18 candidatos a la primera vuelta y en la segunda triunfó uno completamente extraño, diferente a los muchísimos que están compitiendo por la presidencia en Colombia. Existe, además, una salvaguarda que se ha utilizado con inusitada frecuencia. En virtud de ella han sustituido cuatro presidentes en el último período y ya están en proceso de aplicársela al ganador de las últimas elecciones. Un mecanismo constitucional muy discutible, pero que se ha convertido en una especie de rutina. Y las tradiciones políticas del Perú y su riqueza económica son bien diferentes a las de Colombia.
En Brasil, un presidente de izquierda, Lula, se convirtió en un ídolo internacional y conserva todavía una gran aureola de prestigio interno. Como se usa ahora, fue llevado a la cárcel en un proceso que muchos consideran injusto. Ahora es bien probable que compita por la Presidencia contra Bolsonaro que es su antípoda en todo sentido. Quién lo creyera, el presidente Bolsonaro viene creando un ambiente para establecer que el sistema de votación electrónica asegura un fraude.
Curiosamente el propio Lula había argumentado algo parecido hace algunos años. Entonces estamos ante una competencia electoral que puede dar lugar a una confrontación postelectoral mucho más grave que la que ocurrió en los Estados Unidos. El tema del fraude ha vuelto a surgir en el paisaje electoral y el pésimo ejemplo de Trump en los Estados Unidos parece reforzar este pretexto que ya se creía superado.
En Perú, también, se habló de fraude. No mencionemos el descarado caso de Nicaragua y Venezuela.
Recientemente escuché cómo se argumentaba que en Colombia se está preparando un fraude y se decía que la afirmación que hace varias semanas hizo el Registrador sobre el número total de colombianos, 55 millones, que difería en 5 de los que contabiliza el Dane, estarían dando lugar a un fraude de 5 millones de votos. No se comprende cómo alguien puede hacer semejante previsión que no encuentra viabilidad alguna. Y así se van diciendo cosas que deterioran la credibilidad de la ciudadanía en la integridad del sistema electoral y la calidad de nuestra Democracia.
Es lo mismo que ocurre con las encuestas que pretenden mostrar la intención de voto entre un candidato que lleva años en campaña presidencial y otros que todavía no se han subido al escenario porque están esperando la decisión de las consultas interpartidistas del 13 de marzo. Es vital que protejamos la integridad de nuestras instituciones y procedimientos electorales, incluyendo las encuestas.