El tema del vicepresidente ha dado lugar a todo tipo de rumores, algunos absurdos, otros inconstitucionales y, muchos, desconectados de lo que la ciudadanía esperaría.
La selección de un vicepresidente dice mucho sobre las calidades del candidato presidencial que lo escoge. Muestra que hay claridad sobre las características intelectuales, de experiencia, de buen juicio, que debe tener esa persona porque en cualquier momento puede ocupar la Presidencia de la República.
Basta con recordar el caso del presidente Kennedy, quien fue reemplazado en segundos por su vicepresidente Lyndon Johnson, después del monstruoso asesinato. Este fue señalado como candidato a la Vicepresidencia después de complejo proceso que buscaba varios objetivos: equilibrar geográficamente el tiquete presidencial entre el norte y el sur; conseguir un dirigente político con amplio reconocimiento en el Congreso y capacidad para el manejo del proceso legislativo; y con un entendimiento del manejo del Estado. Aunque se formularon muchas críticas por ser tan grande el contraste de personalidades entre Kennedy y Johnson, los historiadores han reconocido acierto en esta elección y destacado a Johnson como un gran Presidente.
No siempre ha sido así. Otro ejemplo excepcional es el de Truman, el vicepresidente escogido por ese gran conductor político, nacional e internacionalmente, que fue Franklin Delano Roosevelt. Otro caso del contraste de dos personalidades, en todo sentido, inclusive el social. Y hoy los estudiosos de esta gestión presidencial subrayan la gran capacidad que tuvo Truman para suceder al que es considerado uno de los grandes estadistas en los Estados Unidos y en el mundo. No sobra recordar que el presidente Roosevelt había mantenido en la ignorancia al vicepresidente Truman con respecto a temas tan trascendentales como la elaboración de la bomba atómica o el contenido de las conversaciones entre los grandes de la época. Truman estuvo a la altura, algo que muy pocos esperaban de él. Otro eximio Presidente.
En Colombia la institución del vicepresidente tuvo mucho que ver con el interés de favorecer una eventual derrota del Partido Liberal, que ostentaba una innegable condición mayoritaria cuando se elaboró la Constitución de 1991. El primer vicepresidente fue Humberto de la Calle, escogido por Ernesto Samper para evitar una división del Partido Liberal. Bien pronto se produjo un distanciamiento y, más adelante, su renuncia. En el caso de Andrés Pastrana, parece haber consenso en que la selección de Gustavo Bell realmente fue acertada, no solo porque apuntó a obtener votos en una región notoriamente liberal, la Costa Atlántica, sino porque aportaba una personalidad seria, con tradición intelectual y ajena a cualquier tema relacionado con escándalos. No se dice lo mismo de otros casos. Tal vez, otra excepción, la de Antanas Mockus como fórmula de Noemí Sanín.
Estos días han sido de búsqueda de candidatos para ocupar esa altísima dignidad. Hemos visto y oído de todo. Para el futuro, sería clave que los candidatos presidenciales exploraran criterios que ofrecieran a la ciudadanía la confianza en una apropiada selección del vicepresidente.
Son varias las dimensiones que se deben tomar en consideración para asegurar que el vicepresidente juegue un papel importante en la vida administrativa y política, y deje, además, una personalidad privilegiadamente preparada para aspirar a la Presidencia en un momento futuro.
No ha sido fácil establecer una relación constructiva entre presidente y vicepresidente.