Nos quejamos de los líos, abusos y atropellos que hemos sentido personal y socialmente por las noticias falsas en redes sociales. Los Estados Unidos están temiendo una nueva manipulación de su electorado desde Rusia para que salga electo Trump como presidente de las próximas elecciones. Hasta algunos despistados transeúntes en California han tenido que vérselas con los carros autónomos haciendo de las suyas. Y qué pensar de la cantidad de empleos y puestos de trabajo que están bajo amenaza de automatización, generando gran ansiedad, no solamente frente a los analfabetas digitales, sino también entre las nuevas generaciones, que se preguntan si de verdad vale la pena estudiar una profesión.
En una reciente conferencia, uno de los padres de la Inteligencia Artificial (IA), Demis Hassabis, señaló sobre esta conversación pendiente: “La sociedad ha de pensar realmente en estos problemas, en qué ocurre si proliferan los actores con malas intenciones, desde individuos hasta estados, que se puedan aprovechar de eso…”. Y el temor es también por la IA que pueda llegar a planificarse a sí misma, determinar sus objetivos e intervenir en el mundo de manera autónoma.
La rápida y profunda evolución tecnológica que nos está tocando vivir y que nos está golpeando positiva y negativamente, no ha dejado que tengamos el tiempo y tranquilidad para hacer una profunda discusión sobre muchas de sus aplicaciones. Aquí tenemos una urgentísima conversación pendiente, como sociedad responsable de nuestro futuro y de las generaciones venideras: ¿Cómo vamos a manejar la IA, para que esta no termine manejándonos a los humanos?
Muchos de los emprendedores en el área de la IA han operado bajo dos principios: Primero, la tecnología es buena mientras no se pruebe lo contrario. Y segundo, es mejor pedir excusas que permiso. Con estos dos principios han tenido el campo de desarrollo libre, pero hay daños y hay peligros graves en el horizonte. Tal vez, sea el momento de ponerle un poco de regulación, que seguramente desacelerará el proceso de innovación, pero que dará mayor seguridad. El principio de prevención, parecería que es bueno ponerlo a funcionar en este momento. Y mejor hacerlo ahora y no lamentarnos más tarde por habernos quedado de espectadores frente a los cambios que ocurren en nuestras barbas.
Cuando nos van a realizar un procedimiento médico nos explican las condiciones, los riesgos inherentes y las probabilidades de éxito. Y luego decidimos si damos o no nuestro consentimiento informado. Pues bien, el consentimiento social para las nuevas tecnologías y particularmente para la IA que no lo hemos dado, debemos darnos un tiempo para una reflexión profunda de los riesgos de las tecnologías y ver cómo los vamos a manejar. Seguramente y nadie lo niega, hay muchos aspectos positivos que darán oportunidad para una gran mejora de la calidad de vida gracias a la IA. Pero los riesgos son muchos.
Es momento que se haga una pausa reflexiva. Ya Naciones Unidas tiene un equipo trabajando en el tema, que dará elementos de juicios para el debate. Además, esta es una decisión de calado mundial. Como humanidad la tendremos que responder, esperar que los intereses políticos y nacionales no entraben el proceso.