En alguna ocasión, Álvaro Mutis afirmó que el hecho cumbre de la civilización occidental había sido la caída de Constantinopla en poder de los turcos, en 1453. Pero no le asiste la razón al gran escritor colombiano. Lo que verdaderamente cambió el curso de la historia fue el descubrimiento de América ocurrido el 12 de octubre de 1492 por parte de la expedición que comandaba Cristóbal Colón.

Sin embargo, hubo tremendas fallas de información en el viaje de Colón. De hecho, el Gran Almirante zarpó de España rumbo al Japón y se encontró en la mitad del camino con un nuevo continente por el desconocido. Más notoria aún fue la demora de cuatro meses entre el hecho del descubrimiento y su conocimiento por los Reyes de España.

Durante siglos lo que sucedía en Europa o en América era conocido por los destinatarios de la información muchas semanas después. La navegación trasatlántica era asunto de tres o cuatro semanas, si no se atravesaba algún temporal. Y nos referimos a la comunicación marítima entre la costa Este de Estados Unidos y el Caribe con los países de Europa Occidental, porque hacia América del Sur el tiempo era mucho más largo.

La información oportuna siempre fue tratada por los gobernantes y empresarios como una valiosa herramienta de poder. Se sabe que los banqueros Rothschild enviaron mensajeros propios al escenario donde se libraba la batalla de Waterloo con el fin de ser informados antes que nadie si el emperador Napoleón había ganado o perdido la batalla.

Conocedores de la derrota del emperador francés, los banqueros compraron todos los activos que pudieron, apostando por el temor de la gente a una victoria de Napoleón que se daba por segura. La información es poder. Desde entonces los gobernantes y los grandes hombres de negocios han querido controlarla.

La gran dificultad que viven hoy los sistemas democráticos radica en el acceso inmediato del común de las personas a la información que las redes sociales entregan sin criterio, sin contexto y muchas veces con ánimo calumnioso. La información no debe controlarse, pero si ordenarse y someterse a criterios de ética periodística.

Dictador que se respete no duda en atacar la información honesta y sensata, como puede verse entre nosotros en los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Quienes no están de acuerdo con el gobernante de turno tienen derecho a expresarse y a que los medios de comunicación hagan conocer sus puntos de vista.

Las llamadas redes sociales entregan información ‘cruda’, sin el orden y el contexto que otorgan la prensa y los medios de comunicación responsables. Es por eso necesario que en la era de la información inmediata los profesionales del oficio separen el grano de la paja.

Colombia, infortunadamente, está siendo objeto de intentos gubernamentales de manipulación de informaciones. Corresponde a la opinión pública estructurada rechazar esos intentos y seguir apoyando a la prensa libre.

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Posdata: El actual gobierno de nuestro país necesita no uno sino muchos golpes. Comenzando por un severo golpe de cordura que haga entender a los gobernantes que ellos juraron cumplir y obedecer la Constitución y las leyes existentes desde antes del 7 de agosto del 2022. Requiere también este gobierno golpes de buena educación, sensatez, trato respetuoso a las mujeres y un sinfín de reprimendas.