TimeOut, la guía internacional de ciudades más consultada que existe, acaba de recomendar a Cali como uno de los 15 mejores lugares del planeta para visitar en septiembre próximo.
Como muchas otras cosas buenas que nos suceden, esta noticia aquí también ‘pasó de agache’. Pero el caso es que los editores de esa publicación, que llega a más de 217 millones de personas en 39 países, eligieron a Cali como único destino latinoamericano en una lista en la que también aparecen Marsella, Kioto, Munich, Boston, Córcega y Chicago, entre otros.
No lo hicieron por nuestra riqueza natural, ni por nuestra gastronomía, ni por nuestros servicios médicos de excelencia, todas ellas razones valiosísimas y poderosas que también debemos promocionar ante el mundo. Lo hicieron por la cultura de la Salsa y lo que ella representa.
“Cali se está convirtiendo en la próxima gran novedad de Colombia. Conocida por sus bailes ardientes, Cali tiene más de 200 escuelas de salsa registradas. En septiembre, se celebra aquí el Festival Mundial de Salsa, así que visítelo para disfrutar de espectáculos gratuitos, música en vivo y bailes espontáneos en sus calles adoquinadas, mientras los mejores talentos internacionales de la salsa se congregan con trajes tecnicolor para agitar una cola de plumas”, dice la publicación.
Gústeles o no a muchos, es un hecho incuestionable que la Salsa es el atributo por el que más se reconoce a Cali en el mundo. Eso lo descubrió un estudio de ProColombia hace más de 20 años y lo han ratificado muchas otras evidencias. El complejo universo de cosas que hemos creado en Cali con esa música de raíces cubanas, que luego se cocinó en Nueva York, es un factor diferencial que nos hace únicos y atractivos en el mercado turístico mundial.
Por eso no entiendo por qué en Cali seguimos dudándolo. Me pregunto, por ejemplo, por qué Planeación Distrital no avaló una reciente propuesta de la concejal María del Carmen Londoño para incluir, en el Plan de Desarrollo del alcalde Eder, la creación de una marca de ciudad vinculada a la Salsa.
Ese sería el mejor complemento de la Ruta Salsera del Barrio Obrero, que ya el Alcalde puso en marcha, pues permitiría atraer más visitantes extranjeros y empezar a darles sostenibilidad económica a miles de artistas, artesanos y pymes que soportan la indignidad de mendigar que Corfecali les pague lo que les debe.
También me pregunto por qué, dos años después de que el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural avalara el Plan Especial de Salvaguardia (PES) de la Salsa Caleña, la resolución del Ministerio de Cultura que le da vida jurídica no ha sido expedida.
Por esas cosas bellas que agradezco a la vida, el 14 de julio de 2022 tuve el honor de encabezar al equipo que presentó ante dicho Consejo la postulación de la Salsa Caleña como Patrimonio Inmaterial de la Nación. Pero, dos años después, puedo afirmar que nuestro famoso PES, en la práctica, no existe. El Ministerio de Cultura no le ha dado a la expresión salsera de Cali la importancia que ella tiene. Y todo lo que proyectamos aquí para salvaguardarla, hoy está en el aire.
Lo peor es que a nadie en la Secretaría de Cultura local parece importarle el asunto. Mientras tanto, ahí están las líneas de TimeOut, evidenciando la importancia de la Salsa en Cali. Y el tamaño de nuestra ceguera frente a ella.