Se vino diciembre con su alegría, la época ideal para pasarla en familia, para recogernos a su alrededor. Navidad también es el momento de recobrar las tradiciones; como jugar al amigo secreto, a los aguinaldos, para rezar la novena. En general, se podría decir que la Navidad saca lo mejor de todos, incluso me atrevería a decir que nos hace comportar bien.

Sin embargo, en estos días hemos evidenciado una serie de comportamientos que dejan mucho que desear.

El primero de ellos ocurrió con la barra Barón Rojo, en donde días previos al partido con el Junior de Barranquilla, emitieron un comunicado donde decían que estarían patrullando el estadio para encontrar infiltrados. Lo cierto es que así lo hicieron, metieron barristas en todas las tribunas y empezaron a pedir la cédula de los espectadores que asistieron al estadio con el fin de validar que no fuesen barranquilleros. Todo esto es inaceptable, pues ellos no son autoridad y el equipo no debería permitirles estas acciones, en donde lo único que pasó fue que lograron intimidar a la propia hinchada. Al final las cosas se salieron de madre, las barras bravas se pasaron de una tribuna a otra y terminó con un expolicía apuñaleado.

La sanción no se hizo esperar, pero la presión de la hinchada, que no es menor y unos acuerdos con la barra, que se comprometió a tener un buen comportamiento, logró que les permitieran disfrutar de la final con el Atlético Nacional. La barra terminó deshonrando su palabra. Les pudo más impedir la vuelta olímpica y que los paisas no fueran a levantar la copa en Cali, que el buen comportamiento deportivo. Les importó poco dañarle la despedida del fútbol de su ídolo Adrián Ramos.

El otro incidente sucedió en la retreta en el parque al frente de la alcaldía, donde están las piedras. Una pareja se embriaga en el espacio público y en presencia de sus hijos menores de edad. Una mujer de seguridad les pide el favor que se retiren y el borracho, la insulta y la empuja. Los compañeros de la guarda reaccionan y el agresor termina siendo agredido por estos. Un concejal, buscando réditos políticos, sube a las redes solo el pedazo del video en donde el borracho es agredido y descontextualiza la situación. Todo se vuelve viral.

No sé si vieron el 23 de diciembre el video o la noticia del regreso a Colombia del excapo Fabio Ochoa. Era apenas natural que su salida de prisión en los Estados Unidos, donde estuvo recluido por más de 25 años, fuese la noticia. Dos cosas me impactaron, la primera es que el recibimiento fue parecido al de un ídolo. En el video se ve el aeropuerto lleno de gente esperándolo. Claro que lo obvio es que su familia lo espere, pero se observa como muchas personas se le acercan y él no las reconoce. Había gritería y aplausos. Lo segundo que me impacta es que dice que no se arrepiente.

Tres sucesos diferentes en menos de un mes. Tres sucesos que nos recuerdan que, aunque hemos luchado por salir de la estigmatización que nos dejó el narcotráfico en nuestra cultura. El actuar como un traqueto no ha dejado de ser el pan nuestro de cada día, se ha vuelto parte de la cultura de muchos.

No sé cuánto tiempo nos tome como sociedad poder avanzar y dejar atrás el narcotráfico. Hoy sigue tan presente como nunca, tal vez hoy se mimetizan más, pero no solo nos ha quedado la cultura traqueta, se quedaron las rentas ilegales: la minería ilegal, el contrabando y por supuesto las drogas y su lavado de activos.