Por monseñor José Soleibe A., obispo (E) de Caldas, Antioquia.
Salió Jesús hacia Jerusalén con sus discípulos; en el camino les iba hablando de su muerte, gracias a la cual nosotros tendríamos una nueva vida en Cristo. Invitó a Pedro, Santiago y Juan a subir la montaña: tres apóstoles, los más cercanos a Jesús y por ello quizás los más reacios a aceptar esa triste realidad: la muerte de Cristo. Llegados a la montaña, Jesús se transfiguró. Fue algo espectacular, maravilloso. Los tres discípulos estaban impactados, ¡felices! Pero, además de lo que vieron, “se formó una nube que los cubrió y de la nube salió una voz: Este es mi Hijo amado; escuchadlo”. Era un mensaje de Dios, Salvador, diciéndonos que si escuchamos la Palabra de Dios, podíamos empezar a vivir esa felicidad de la Transfiguración desde ahora.
Dios creó a los humanos para ser felices y nosotros siempre y en todo buscamos la felicidad, pero no la encontramos. En su mensaje, el Padre Dios nos da la respuesta: “Escuchemos lo que nos dice su Hijo”, “creamos en su Palabra”.
El bien de la humanidad siempre ha sido la gran preocupación de Dios, porque nos ama, pero nosotros no nos dejamos amar. Nos mandó que nos amáramos, pero nosotros optamos por odiarnos; Creó la vida y nosotros inventamos la muerte; nos dio una inteligencia y una voluntad que nos hacen infinitamente superiores a los demás seres del universo, pero el espíritu del mal nos llevó a inventar miles de cosas para matarnos y mantener viva la violencia.
Ojalá en Cuaresma lográramos ese amor y esa fe grande por la Palabra de Dios. Al comienzo del cristianismo, 12 pescadores ignorantes, a pesar de tener en su contra al imperio romano, a la sabiduría griega y al poder judío tradicional, con la palabra de Dios y la acción del Espíritu Santo, le dieron un vuelco al mundo. Luego, con solo una parte de los millones de creyentes que nos llamamos seguidores de Jesús, con la misma Palabra y el mismo Espíritu Santo, podríamos construir un mundo maravilloso, viviríamos una nueva transfiguración del señor.
Ojalá fuera este uno de los objetivos de nuestra Cuaresma: escuchar la palabra, amar a jesús, comprometiéndonos con una vida de fe para transformar el mundo. Recuerda la invitación del Miércoles de Ceniza: ¡Conviértete, cree en el Evangelio! ¡Jesús te habla, escúchalo, serás feliz!