La democracia representativa, supone la delegación que el pueblo da, mediante sus votos, a sus representantes legales, quienes deben responder y rendir cuentas del mandato para el gobierno del bien común que se les ha otorgado por un tiempo determinado.

Históricamente, la palabra libertad ha sido una bandera de lucha de los pueblos contra los regímenes colonialistas y dictatoriales que desafortunadamente han existido durante la historia de la humanidad. No olvidemos que reclamar ese derecho hace parte de los ideales fundamentales de la revolución francesa de 1789, como también de los esclavos para ser libres y de la lucha emancipadora de Venezuela, Colombia y otros pueblos de las Américas y que lideraron Simón Bolívar, Nariño, San Martín y George Washington, entre muchos otros.

De modo que cuando millones de personas, junto con Edmundo González y María Corina Machado, vienen reclamando libertad en Venezuela, nos recuerdan esas luchas pasadas en las que, por duras que hayan sido, siempre terminó triunfando ese hermoso ideal de libertad.

Por eso la palabra libertad se convierte en una excelente base de la democracia, porque una se complementa de la otra y se alimentan recíprocamente. En otras palabras, la condición básica para poder afirmar que un país es verdaderamente democrático es que en el mismo debe existir el derecho a la libertad de las personas a opinar, a elegir libremente a quienes deben gobernarlas, sin que por ello sean perseguidas o privadas del derecho a vivir libres y sin ataduras.

También, desde sus orígenes, la democracia se entiende como el gobierno de las mayorías y esto supone que en nuestro país, sin ir más lejos, nuestra democracia se basa en reglas que permiten a las mayorías programas de gobierno que entienden adecuados o convenientes para el bien común de la Nación, lo cual no supone alienar a las minorías de sus propuestas, críticas o planteamientos que, también de forma reglada y normalizada puedan promover como alternativas aparte de esos programas de gobierno puestos en práctica por la mayoría. Sencillamente, las propuestas de lo que llamamos oposición.

La base del respeto a estas normas debe ser la base para la convivencia pacífica y el bien común.

Siendo justos, es bueno reconocer que males como la corrupción, el despilfarro, la violencia, las desigualdades sociales y la contaminación ambiental, lo mismo que el fanatismo, los odios y las descalificaciones no empezaron con el presidente Petro. Son problemas, no lo podemos negar que, desde hace varios años, le vienen haciendo mucho daño al derecho a la libertad, a la democracia y a la convivencia pacífica, tanto en Colombia como en otras partes del mundo.

Considero que la lucha permanente contra los anteriores males está exigiendo, cada día más, de los gobernantes, instituciones del Estado, de la población, de todo el sistema de Naciones Unidas que tomen decisiones contra ellos y contribuyan con acciones concretas para que los países que actualmente cada día más son sus víctimas, como Colombia, tomen todas las acciones que sean necesarias para continuar viviendo en libertad y en democracia.

Ese es el gran desafío que tienen en los actuales momentos el Gobierno Nacional, los gobiernos departamentales, municipales, como también los medios de comunicación y los diversos candidatos y candidatas a la presidencia de la República en el año 2026.