Emmanuel Macron, la semana pasada, afirmó después de una visita a China que Europa debía asumir una posición de ‘autonomía estratégica’ que le permitiera no acompañar a los Estados Unidos en una crisis en Taiwán. Estas palabras calaron mal en Estados Unidos, la Unión Europea, y demás aliados de Francia. Por su parte, para Xi Jinping, las palabras del líder francés no hubiesen podido ser mejores. Aunque el gobierno de Macron intentó corregir su error, el daño ya estaba hecho, y se dejó entrever una falta de unidad frente al respaldo de Occidente a Taiwán.
Con el pasar de los días, y las reuniones del G7 en Japón, los miembros de este grupo publicaron un comunicado conjunto pidiendo, entre otras cosas, que Beijing se abstuviera de ejecutar cualquier intento de coerción contra Taiwán. Esto en aras de reafirmar una posición unida y sólida frente a las amenazas de Beijing. El gobierno de Xi respondió al comunicado afirmando que el G7 había interferido en los asuntos internos de China y envió una nota diplomática fuerte a Japón, anfitrión del G7.
Este comportamiento de China corresponde a lo que Hal Brands y Michael Beckley han definido como potencias ascendentes que están llegando a su pico. En su libro, Danger Zone estos definen esta condición como el momento en el cual potencias revisionistas ascendentes son lo suficientemente grande para amenazar o modificar el sistema internacional, pero sabe que su ventana de oportunidad está cerrándose.
Históricamente, según Brands y Beckley, las potencias ascendentes son más peligrosas y agresivas cuando sus enemigos se multiplican, sus fortunas cambian, y su ventana de oportunidad se empieza a cerrar. En estos momentos, estas potencias en ascenso pueden incursionan en políticas expansionistas. Como ejemplo de esto, nombran a Alemania previo a la Primera Guerra Mundial en 1914 y a Japón en 1941. Ambos países eran potencias que habían llegado a su pico, y que buscaron modificar el sistema internacional a su antojo.
Hoy en día, China está enfrentando serios problemas económicos y demográficos que podrían derivar en un conflicto bélico con Taiwán. Según datos The Conference Board, la productividad total por trabajador ha disminuido en un 1,3% por año entre el 2008 y el 2019. Esto significa que China está invirtiendo cada vez más plata para producir menos. Además de esto, gran parte del crecimiento económico reciente de China proviene de sectores improductivos. Aunque Beijing reportó un crecimiento del PIB del 4,5% en el primer trimestre del año, este aumento de actividad económica fue impulsado, principalmente, por el levantamiento de las restricciones del Covid-19. Igualmente, el sector de mayor crecimiento fue el de infraestructura, que es liderado por el Estado. La inversión del sector privado creció solo el 0,6%, mientras que el desempleo juvenil llegó al 19,6%.
Finalmente, China también está sufriendo un problema demográfico importante. Mientras en 1970 el 40% de la población era joven, en 2019 este número había disminuido al 18%. Durante este mismo período, el número de pensionados como porcentaje de la población aumentó del 4% al 11%. Igualmente, según Brands y Beckley, se espera que para el 2050, la población en edad de trabajar disminuya en 200 millones de personas. Por consiguiente, el continuo ascenso de China está cada vez más amenazado, y esto podría llevar a una actitud más bélica por parte de Beijing.