En los últimos días, el paro nacional ha demostrado los contrastes que Cali esconde. La sucursal del cielo puede, en la noche, convertirse en un calvario, donde vándalos y miembros de la Fuerza Pública se enfrentan, y son los ciudadanos quienes más se ven afectados.

Cali y sus alrededores son una región pujante, donde se encuentran compañías como Nestlé, Unilever, Colgate, Tecnoquímicas, Colombina, Recamier, Carvajal, Smurfit, entre otras. No obstante, la sucursal también es la ciudad donde, según datos del Dane, hay 934.350 personas en situación de pobreza, la tasa de desempleo es del 18,7%, 4% más alto que a nivel nacional, y la informalidad entre el trimestre de diciembre 2020-marzo 2021 fue del 48,5%.

Esto demuestra que aunque Cali es capaz de atraer inversión extranjera y que tiene un tejido empresarial importante a nivel nacional, aún persiste en la ciudad la necesidad de crear más oportunidades de desarrollo socioeconómico. Esta situación de pobreza crea el caldo de cultivo para que algunas personas busquen un sustento siendo parte de la ilegalidad. Por esta razón, al salir la propuesta de la reforma tributaria, gran parte de la ciudadanía caleña, incluyendo algunos vándalos y grupos ilegales que buscan beneficiarse del caos, salieron a las calles a protestar.

Está claro que nada justifica el vandalismo, el ataque a los establecimientos comerciales atentan contra la propiedad privada, garantizada en la Constitución, y afecta la reactivación económica. De igual forma, nada justifica el bloqueo de las vías de acceso para insumos de primera necesidad como comida, gasolina, medicamentos, entre otros, que hoy en día escasean y ponen en riesgo a toda la ciudadanía.
Asimismo, se debe rechazar los abusos de poder por parte de la Fuerza Pública contra los marchantes, utilizando armas de fuego en su contra, y matando a caleños, a colombianos. A su vez, tampoco es justificado agredir a miembros de la Fuerza Pública que, de igual forma, son ciudadanos y buscan mantener el orden, como lo exige la Constitución, en una ciudad donde el liderazgo político, local y nacional escasea.

El accionar del alcalde Jorge Iván, dado que afirmó que dejó de ser Ospina, deja mucho que desear. El antiguo Ospina se ‘cambió’ la camiseta azul por la blanca y declaró que ahora luchará por la vida y por las tareas de nuestra gente. De ser así, ¿entonces que hizo Ospina desde el inicio de su mandato si no fue luchar por la ciudad que lo eligió? ¿Acaso ese Ospina no buscó atender las necesidades de los caleños? De ser así, uno entendería porque los resultados de esta Alcaldía han sido nefastos.
Ahora, a nivel nacional, el presidente Duque ha brillado por su ausencia.
Cali está en llamas, hay enfrentamientos entre la ciudadanía y la fuerza pública, la ciudad está desabastecida y el presidente parece más preocupado en hacer su programa de televisión y hacer anuncios grandilocuentes, en vez de atender las necesidades del pueblo colombiano.

Lo que queda en Cali es establecer un diálogo y unirnos entre el sector privado, público, ciudadanos, líderes comunitarios, Alcaldía, Gobernación, entre otros, para atender las necesidades de quienes más están sufriendo en esta pandemia. Queda en nosotros, los caleños, construir un gobierno local que, como dijo Abraham Lincoln en Gettysburg, sea “un gobierno de la gente, por la gente y para la gente y que no se extinga de este mundo”.
Sigue en Twitter @Mariocarvajal9C