El pasado 11 de abril, Cifras y Conceptos publicó el resultado de su encuesta Polimétrica, encargada de medir la aprobación a las instituciones, la política, la economía y a la sociedad del país. Entre los resultados, y quizás el más preocupante, es la desconfianza de la democracia colombiana. Según Polimétrica, el 57% de los colombianos no confía en la democracia del país, y el 48% considera que hubo fraude en las elecciones del 13 de marzo. Esto es preocupante por dos motivos. Primero, por la coyuntura de las elecciones presidenciales próximas, y segundo porque confirma una tendencia regional, donde el apoyo a la democracia viene decreciendo.
Según el último reporte de Latinobarómetro, corporación latinoamericana que investiga el desarrollo de la democracia, economía y sociedad en su conjunto, en la región, en este informe el 33% de los colombianos coincide con la frase: “A la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático”. Este valor no solo es mayor al promedio regional, 27%, sino que pone a Colombia dentro del top 5 de países donde a los ciudadanos les da igual si el régimen es o no democrático.
Asimismo, solo el 49% de los latinoamericanos coincide con que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. En 1995, cuando Latinobarómetro empezó a evaluar el apoyo a la democracia como forma preferible de gobierno en la región, el 58% coincidía con esa afirmación. Esto entonces muestra el deterioro del apoyo a la democracia a nivel regional. En Colombia, en el año 2021, solo el 43% de los ciudadanos apoyaron la democracia, por debajo del promedio regional ya mencionado. Ahora, por el momento, es importante resaltar que solo el 11% de los ciudadanos del país afirman que es preferible un gobierno autoritario, a uno democrático. Sin embargo, no deja de ser preocupante que menos del 50% de los colombianos apoyen al régimen democrático.
Está claro que la democracia en el país ha tenido sus fallas, y que los constantes escándalos de corrupción, abusos de poder, ataques contra civiles por parte del Estado, la desigualdad, entre otros, han disminuido el apoyo hacia este tipo de régimen. No obstante, la solución al fortalecimiento del sistema no radica en instaurar una democracia iliberal, como en los casos de Turquía, Hungría, entre otros, y mucho menos en instaurar un gobierno autoritario como el de Venezuela o Rusia.
La solución reside en fortalecer el aparato institucional para hacerle contrapeso al Estado y quienes lo componen. Estas reformas deben estar direccionadas al apoyo de la democracia, entre ellos el derecho al disenso sin ser atacados, tanto física como virtualmente. De igual forma, estas reformas deben enfocarse en que el Estado, no solo llegue a todo el territorio nacional, sino que opere de manera adecuada, garantizando la libertad de sus ciudadanos y su activa participación política.
En otras palabras, las reformas para el fortalecimiento de la democracia y sus instituciones deben tener como norte un Estado robusto que pueda aplicar y ejercer las leyes a todos sus ciudadanos y perdurar en el tiempo, al igual que uno que sea lo suficientemente flexible para adaptarse a las necesidades cambiantes de la ciudadanía. Solo así se podrá edificar una democracia y un gobierno que, en palabras de Abraham Lincoln en Gettysburg, “sea de la gente, por la gente y para la gente y que no se extinga de este mundo”.
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