El 20 de febrero, la Representante a la Cámara por el distrito 14 de Georgia Marjorie Taylor Greene escribió en Twitter que lo que necesitaba Estados Unidos era un divorcio nacional. Según Greene, el Gobierno Federal debe ser reducido y los Estados deben separarse entre republicanos y demócratas. Esta propuesta se asimila a cuando, en la antesala de Guerra Civil estadounidense, los Estados Confederados de América anunciaron su Secesión de los Estados Unidos en 1861. Aunque hoy en día el gigante norteamericano se ha visto asumido en unos preocupantes niveles de polarización, esta propuesta ha tenido poca acogida, y es improbable que exista una guerra civil. No obstante, no deja de ser llamativo que una Representante a la Cámara de los Estados Unidos públicamente apoye una iniciativa de secesión.
Entre las razones por las cuales este divorcio sería inconcebible, especialmente para los Republicanos, es porque económicamente no tiene sentido. Según un informe del Brookings Institute, en el 2016 los 2.584 condados que votaron por Trump producían el 36% de la actividad económica del país. Por su parte, los 478 condados que votaron por Hillary Clinton producían el 64%.
Esta diferencia aumentó significativamente para la elección del 2020. Los 509 condados que votaron por Biden representan el 71% de la actividad económica del país, mientras los 2.547 condados que votaron por la reelección de Trump representan el 29%. Adicionalmente, según The Independent, 14 de los 15 estados más pobres de Estados Unidos votaron por Trump, mientras que los 12 estados más ricos votaron por Biden. Aunado a esto, según SmartAsset, los 9 estados que en 1861 fueron parte de los Estados Confederados de América hoy en día reciben el 42% de su prepuesto de Washington DC. Por consiguiente, el divorcio entre estados demócratas y republicanos no sería económicamente conveniente para ninguna de las partes, en especial para los miembros del partido de Greene.
El problema de polarización ha llegado a niveles preocupantes, derivando en un intento de golpe de Estado apoyado por miembros del Partido Republicano el 6 de enero del 2021. Ahora, los demócratas también tienen parte de responsabilidad; ambos partidos han buscado acusar al otro de ser la fuente de polarización, sin hacer una introspección de cómo sus hechos han profundizado la división. La declaración de Hillary Clinton cuando caracterizó a los votantes de Trump como una canasta de deplorables poco ayudó a disminuir la polarización en 2016.
En el mismo año, una encuesta citada en el diario The Atlantic encontró que un 60% de aquellos que se identifican como demócratas y 63% republicanos se molestarían si su hijo se casara con una persona que se identifique con el otro partido. Esta división parece haberse disminuido, pues una encuesta hecha por YouGov en 2020 encontró que un 38% de demócratas 38% de republicanos estarían molestos o muy molestos si su hijo o hija se casara con alguien que apoye al partido contrario. Aunque estos números representan una disminución importante, no deja de ser preocupante que más de una de cada tres personas se molestaría si su hijo o hija se casa una persona que apoye al partido contrario.
Está claro que las probabilidades de una guerra civil en Estados Unidos, o un ‘divorcio nacional’ son casi nulas. No obstante, esta profunda división debería servir como lección para el gobierno nacional, los congresistas, la oposición y los ciudadanos de nuestro país. Siempre será para el ser humano más fácil señalar los errores del otro y acusarlos de ser los causantes de los males de la nación, o de la polarización. Sin embargo, todos debemos reflexionar para evitar que las divisiones en nuestro país lleguen a llamados para un ‘divorcio nacional’. A lo que debe aspirar el gobierno, la oposición, y los ciudadanos es a encontrar puntos de encuentro para avanzar como país, en vez de asumir posiciones de confrontación, sin escuchar a la contraparte.