En la última reunión entre Joe Biden y Vladimir Putin, uno de los temas centrales fue como establecer unas líneas rojas en la guerra cibernética. Esto a raíz de un ataque liderado por aparentes hackers rusos, que atacaron la mayor red de oleoductos de Estados Unidos, conocida como el Colonial Pipeline, que según la BBC, transporta alrededor del 45% del suministro de diésel, gasolina y combustible que consumen los aviones en la Costa Este. Este ataque derivó también en que el precio de la gasolina incrementará y que varias estaciones a lo largo y ancho del país tuviesen que cerrar por falta de suministro.
Este tipo de guerra cibernética es un instrumento más en el arsenal de espionaje y ataque que poseen los países. Según los autores Robert D. Blackwill y Jennifer M. Harris en el libro War by Other Means, para que un ataque cibernético sea considerado un acto geoeconómico, este debe ser promovido, o en su defecto implícitamente aceptado, por un Estado y debe tener un objetivo económico. En otras palabras, debe estar direccionado a desestabilizar la economía o funcionamiento de un país.
Asimismo, es importante tener en cuenta que el objetivo de la geoeconomía es la utilización de instrumentos económicos para producir objetivos geopolíticos deseables. Por consiguiente, el ataque al Colonial Pipeline es un claro ejemplo de la guerra cibernética como instrumento geoeconómico.
Por esta razón, el de Biden buscó establecer unas reglas de juego para que, dentro de la guerra cibernética, no se ataque lo que se denomina la infraestructura crítica de una nación, como por ejemplo la infraestructura energética, salud, mercados financieros, tecnología, entre otros. Esto es relevante, dado que un ataque cibernético a un país, por parte de un tercero o de un gobierno, puede poner en riesgo la vida de toda la ciudadanía, antes de que el país atacado pueda darse cuenta.
Un ejemplo de esto es lo revelado por la Unidad de Investigaciones de Noticias Caracol sobre el mayor robo de información militar contra Colombia perpetrado por el gobierno de Nicolás Maduro.
Según Noticias Caracol, desde varios estados venezolanos, la inteligencia del régimen Maduro atacó durante varios meses a servidores del comando general de las Fuerzas Militares en Bogotá, logrando extraer información supremamente delicada de Colombia. Aunque los militares habían sido advertidos por agencias internacionales de un posible ataque venezolano, dado que estos estaban adquiriendo equipos sofisticados de espionaje cibernético, los militares colombianos no pudieron reaccionar a tiempo. Entre la información que se robaron se encuentra un documento con las coordenadas de las bases de aviación de la Fuerza Aérea, radares de sistema de defensa aéreo colombiano a lo largo y ancho del país, y la ubicación precisa de batallones, campos petroleros y centrales hidroeléctricas. Esta información es, sin lugar a duda, parte de la infraestructura crítica de la nación.
El Gobierno y las Fuerzas Militares tendrán que analizar cómo se logró penetrar la red del comando central del Ejército, para poder implementar protocolos y mecanismos más estrictos que impidan que estos ataques vuelvan a darse. Estos hechos son, sin lugar a duda, un llamado de atención para que el gobierno, el Estado y las Fuerzas Armadas, le pongan más atención a la amenaza cibernética, pues esta es un nuevo frente de la disputa geopolítica mundial.
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