En su más reciente libro, El Pasillo Estrecho, los autores James A. Robinson y Daron Acemoglu mencionan la Epopeya de Gilgamesh para resaltar la importancia de la ciudadanía en el funcionamiento acorde de un Estado. Gilgamesh, el rey de Uruk, que según los autores es probablemente la primera ciudad que existió, logró crear una urbe excepcional con comercio abundante y servicios públicos para sus ciudadanos.
Sin embargo, los ciudadanos de Uruk temían el poder que Gilgamesh ostentaba. Según la épica, al ser el dueño de la ciudad, asumía una actitud arrogante, pasaba por encima de los demás ciudadanos y hacía lo que quería, pues nadie era lo suficientemente poderoso para derrotarlo.
Por esta razón, los habitantes de Uruk miraron al cielo y le pidieron a Anu, el dios del cielo y uno de los más importantes en el panteón de los Sumerios, para pedirle que creara a una persona que le hiciera contrapeso al rey.
Anu accedió y creó a Enkidu, quien compensaría el vasto poder de Gilgamesh. Este equilibrio funcionó por un tiempo, pues Enkidu pudo ejercer el balance necesario disminuyendo por un tiempo el poder despótico del rey de Uruk. No obstante, eventualmente estos se unieron y conspiraron contra los habitantes de la ciudad.
Con esto, los autores quieren demostrar que para que el Estado funcione de manera correcta no solo se necesitan un Estado o una constitución, sino una participación activa de la ciudadanía. De lo contrario la libertad de la población podrá verse afectada por un leviatán (Estado) cada vez más grande y poderoso, y sin instituciones que puedan hacerle el contrapeso necesario que garantice su buen funcionamiento. Por esta razón, según los autores, la libertad requiere una ciudadanía activa que participe en política, que proteste cuando sea necesario y que ejerza el derecho al voto para cambiar su situación.
Teniendo esto en cuenta, los ciudadanos del país debemos asumir nuestra responsabilidad y votar. En especial los jóvenes, quienes son los que porcentualmente menos ejercemos este derecho. Las elecciones presidenciales y de Congreso de este año serán fundamental para el futuro de Colombia.
De estos comicios dependen la manera en la que se vayan a debatir e implementar reformas estructurales como la pensional, tributaria, laboral, justicia, entre otras, que determinarán el devenir del país.
Igualmente, estas elecciones pueden ser una oportunidad para enviar un mensaje de renovación, de edificar un Congreso y un Ejecutivo conectado a las realidades del país y que entienda que, como lo dijo Truman y lo repitió el congresista Gabriel Santos, “la responsabilidad del Estado termina en ellos”.
Igualmente, los ciudadanos tenemos que asumir un papel fundamental para elegir y votar masivamente, no sólo en estas elecciones sino en las locales que se avecinan. Y debemos salir a marchar cuando sea necesario, sin hacer bloqueos o actos vandálicos. Tenemos que exigir mayor responsabilidad a quienes componen las ramas de poder y los respectivos entes investigativos. No podemos evadir nuestras responsabilidades, tenemos que votar, asumir un papel más activo como sociedad, cumplir las normas.
Si no lo hacemos, dejaremos un vacío de poder que será aprovechado por líderes como Gilgamesh, desconectados de la ciudadanía, incapaces de aceptar errores, y afectando el bienestar y las libertades de la población.
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