Pareciera que la captura de Aída Merlano trajo consigo más problemas que soluciones para el gobierno del presidente Duque. El líder colombiano, desde hace ya más de un año, ha declarado públicamente que el gobierno legítimo del país vecino no es el de Nicolás Maduro, sino el de Juan Guaidó.
Aunque esa decisión le ha proporcionado réditos políticos, en términos de diplomacia pragmática es una estrategia desacertada. La frontera colombo-venezolana no sólo es extensa en su tamaño, más de 2000 kilómetros de extensión, sino que en ella existe un constante intercambio de bienes, personas, servicios, entre otros, que hacen imperativa la necesidad de un canal diplomático, así sea secreto.
El gobierno de Maduro ha llevado a su nación a una crisis socioeconómica devastadora y el pueblo venezolano es quien más ha sufrido las consecuencias. Sin embargo, el rompimiento de las relaciones diplomáticas con el país vecino anunciado por Maduro a inicios del año anterior, ha perpetuado y condenado a la población del vecino país a un status quo permanente de escasez y corrupción del cual no se avecina ninguna salida.
Y dificulta la posible extradición de Merlano. En este orden de ideas, el gobierno debería considerar el establecimiento de un ‘back channel’ diplomático, liderado por antiguos miembros diplomáticos de ambos países, no sólo para tratar la extradición de la prófuga de la Justicia sino también para negociar y discutir, todos los asuntos relacionados a una frontera porosa e informal.
La diplomacia se caracteriza como la manera de alcanzar los objetivos de la política exterior sin recurrir a la fuerza. Esta se hace mediante la comunicación entre diplomáticos profesionales y oficiales designados por las partes para llegar a acuerdos. El canal diplomático conocido como ‘back channel’, la diplomacia secreta, busca establecer acuerdos entre las partes, de manera extraoficial.
Esta estrategia fue utilizada por la Unión Soviética y Estados Unidos en la Guerra Fría. Por ejemplo, la usó el presidente Kennedy en la crisis de los misiles con Nikita Jrushchov. Tiene la ventaja de ser secreta, rápida y evitar las tensiones de la burocracia interna. Sin embargo, también puede ser riesgosa, dado que puede afectar los canales diplomáticos oficiales y excluye a una burocracia estatal que puede dificultar la implementación de los acuerdos secretos.
Teniendo esto en cuenta, la política exterior del presidente Duque debe buscar el establecimiento de un canal de comunicación diplomático secreto con el gobierno de Maduro. Esto con la idea de poder extraditar a la excongresista a Colombia, donde pueda comparecer ante la Justicia del país.
De lo contrario, si continúa la estrategia de negar al gobierno de Maduro y pedirle la extradición a Juan Guaidó, la señora Merlano no podrá ser extraditada, dado que este último no tiene el manejo del Estado venezolano para facilitarla. Por consiguiente, Merlano sería una fugitiva viviendo en una cárcel venezolana, asumiendo que su situación no cambie, evadirá la Justicia de su país.
Como dijo John F. Kennedy, “Jamás negociemos con temor, pero no temamos negociar”. Hasta ahora, el cerco diplomático al gobierno de Maduro no ha logrado avances significativos que hayan cambiado la realidad o el futuro del pueblo venezolano. Y ahora contribuye a limitar el accionar del gobierno colombiano para traer fugitivos a comparecer ante la Justicia.