El 23 de octubre Xi Jinping aseguraba su tercer mandato, rompiendo con la tradición que había impuesto el partido de máximo dos mandatos de 5 años. Aunque nadie dudaba de que el líder del Partido Comunista Chino lograra extender y consolidar su poder, las preocupaciones giraban en torno a de quiénes se fuese a rodear, y cómo enfrentaría Xi los problemas demográficos y económicos que afronta hoy en día el gigante asiático. No obstante, nadie esperaba que, poco más de un mes después de la extensión de su mandato, los ciudadanos, en su mayoría jóvenes, estuvieran protestando de manera ferviente en contra del líder del partido.
Las protestas se desencadenaron como respuesta a un incendio ocurrido en la ciudad de Urumqi, capital de la región Xinjiang, al noroeste de China. En este accidente, en el cual murieron diez personas y nueve más resultaron heridas, los residentes del edificio no pudieron escapar del incendio dado que desde el 7 de agosto el gobierno de Xi impuso una cuarentena en Xinjiang para controlar el aumento de casos de Covid-19.
Desde que inició la pandemia, el partido comunista ha implementado una política de cero covid. Aunque estas han disminuido las muertes, en comparación con países occidentales, también han tenido un alto costo económico y han hecho que los ciudadanos ahora protesten contra Xi.
Medios oficiales afirmaron que quienes habitaban el edificio que se incendió tenían autorizado bajar a la portería del edificio. No obstante, un residente que habló con la BBC declaró que solo podían bajar con autorización expresa de las autoridades, que controlan quiénes y cuánto tiempo pueden salir de las casas los ciudadanos. Adicionalmente, otros afirmaron que las puertas de los pasillos y de emergencia del edificio estaban selladas, para impedir la propagación del covid. Esta tragedia sirvió como el detonante de protestas a lo largo y ancho del país, en contra de las medidas de cero covid y de Xi como líder del país.
Es importante resaltar que en China no es común que los ciudadanos salgan a protestar en contra del régimen, dados los fuertes controles sociales impuestos por el Partido Comunista. Jóvenes en Shanghái salieron a rendir un homenaje a las víctimas de Urumqi y a protestar en contra del gobierno y su líder. Posteriormente, personas en Beijing pidieron la liberación de quienes fueron arrestados en las protestas en Shanghái y se solidarizaron con las víctimas de Xinjiang. En estas y demás protestas a lo largo y ancho del país, los ciudadanos pidieron el levantamiento de las políticas de cero covid y la dimisión de Xi. Uno de los símbolos que han utilizado los ciudadanos para protestar son papeles en blanco, afirmando que este representa todo lo que quisieran decir, pero que no tienen la libertad de hacerlo.
El panorama para Xi y su partido, no es alentador. Aunque es probable que, con el pasar de los días el gobierno logre controlar las protestas, los problemas de China son aún más preocupantes. El decrecimiento demográfico y la falta de productividad, hace que el futuro económico de China sea incierto. Aunado a esto, se estima que el desempleo juvenil oscila en el 18%, aunque expertos afirman que el dato real es más alto dado que el gobierno chino no incluye a jóvenes de zonas rurales o aquellos que llevan más de tres meses sin empleo. De esta manera, Xi deberá analizar cómo responder a las protestas, y como enfrentar el futuro incierto del gigante asiático.