En un reciente artículo académico, Corneliu Bjola e Ilan Manor analizaron el impacto de la pandemia en la diplomacia. Estos afirman que la “Zoom diplomacia” se ha convertido en una extensión a la diplomacia tradicional, utilizada para reuniones de alto nivel entre líderes mundiales, eventos multilaterales como la Asamblea General de las Naciones Unidas e inclusive para reuniones bilaterales entre cancillerías. Según los autores del artículo la diplomacia esta ad-portas de una transformación digital, a la diplomacia híbrida, que consiste en la integración de la diplomacia física y virtual.
La efectividad en la implementación de este tipo de diplomacia recaerá en la capacidad de los ministerios de Relaciones Exteriores en adaptarse y adoptar las medidas necesarias que permitan la diplomacia híbrida. En algunos ministerios, existirá una resistencia institucional a los detalles técnicos, lo cual hará que la adaptación e implementación de medidas sea más difícil. Bjola y Manor afirman que desde el 2008, los servicios diplomáticos empezaron a digitalizarse, estableciendo embajadas virtuales, cuentas en redes sociales, entre otras medidas.
No obstante, no fue sino hasta la Primavera Árabe, cuando las cancillerías entendieron el poder de las redes sociales y adoptaron una estrategia digital formal. Las instituciones diplomáticas entendieron que su presencia en redes como Facebook, Twitter o YouTube, les permitirían monitorear conversaciones en tiempo real, pudiendo entonces analizar posibles situaciones que pudieran afectar el sistema internacional.
Por esta razón, para el 2012 el Departamento de Estado de los Estados Unidos ya estaba manejando 288 cuentas de Facebook, alrededor de 200 cuentas de Twitter y 125 canales de YouTube. Este departamento también adoptó, según los autores, una estrategia en la cual se le entrenó a los diplomáticos como utilizar las redes sociales y como interactuar con los usuarios. El impacto de la digitalización de las cancillerías alrededor del mundo derivó en que, para el 2018, el 93% de los mandatarios mundiales y ministerios de Estados tuvieran cuentas en redes sociales, al igual que 4600 embajadas y 1400 embajadores. Ahora, en el 2015-16, hubo otro punto de inflexión.
La adhesión de Crimea por parte de Rusia y el conflicto en Siria, al igual que la proliferación de información falsa en la campaña de Brexit y en la elección presidencial de Estados Unidos en 2016, prendieron las alarmas en las cancillerías. Estas organizaciones se dieron cuentas del poder de las redes para proliferar información falsa y modificar creencias y comportamientos. Por consiguiente, los departamentos de Estado entendieron los riesgos de las redes, y empezaron a intentar monitorear y combatir la información falsa y las estrategias de desinformación por actores estatales y no estatales.
La pandemia del Covid-19 sin duda tendrá efectos en la manera en la que diplomacia se practica. Las cancillerías que más oportunidades tienen de entender las ventajas que la diplomacia híbrida tiene son aquellas donde existe un alto rango de profesionalización, pues este tipo de diplomacia depende de un grupo de trabajo que entienda cuando la “Zoom diplomacia” debe utilizarse y cuando no. El problema de Colombia radica en que la diplomacia no se ha profesionalizado. Según un artículo documento que la Cancillería de Colombia le envío al Congreso, solo el 23,8% de los embajadores y el 47,8% de los jefes de la oficina consular son de carrera.
Sigue en Twitter @Mariocarvajal9C