Empezó el conteo final para el cierre del año en medio de movidas discusiones sobre el futuro de reformas como la de la salud y la del Sistema General de Participaciones. Pero las discusiones cotidianas de la política no pueden hacernos perder de vista que el año que se acerca no es uno cualquiera: en 2025 empezará en forma la temporada electoral y los procesos de selección de candidatos.

Es normal en una época como esta que el camino de cada partido político hacia sus decisiones electorales en términos de conformación de listas, selección de candidatos y consolidación de programas esté aún definido por una relativa incertidumbre. Pero, aunque todavía falte bastante tiempo para el inicio de la contienda, se está haciendo tarde para la organización de una estrategia de los sectores de la oposición. Sobre todo, porque al mismo tiempo, el partido de gobierno aprovecha todos sus recursos y poder para posicionar a sus candidatos desde ya.

Mientras tanto, es evidente la falta de claridad que define a los partidos independientes y de oposición, lo que nos recuerda lo excesivamente personalistas que son las colectividades políticas, y la poca capacidad de proponer una agenda programática para el futuro del país en el largo plazo. La agenda sigue siendo definida casi en su totalidad por los titulares de algunos de sus protagonistas, mientras las alternativas que deberían presentar los partidos no han gozado de la más mínima visibilidad. Ni siquiera sabemos si existe algo semejante a esa hoja de ruta ideológica en los partidos colombianos.

A todos los une el rechazo hacia el gobierno Petro, pero más allá de eso no han conseguido ponerse de acuerdo en proyectos comunes hasta ahora. Y al mismo tiempo, la pelea pública por las candidaturas oficiales en sectores como el uribismo y la Alianza Verde denotan una preocupante falta de claridad y de metodología dentro de los partidos que trasciende la usual incertidumbre propia de la temporada. La gran pregunta a estas alturas es cuáles sectores independientes y opositores lograrán bajarse de los radicalismos y fundamentalismos de cada línea para apoyar candidatos únicos y enfrentarse al empoderado partido de gobierno desde condiciones más óptimas.

Sin embargo, desde las acaloradas disputas en emisoras de radio y en foros, los precandidatos que hasta ahora se han lanzado al ruedo parecen más concentrados en las peleas de 2024 que en los gigantescos retos electorales que tendrán que enfrentar en 2026. Todos los esfuerzos de los sectores opositores al gobierno del centro, izquierda y derecha deberían enfocarse en encontrar mecanismos para resolver de forma oportuna disputas por nominaciones que no tienen nada de nuevo en el panorama electoral.

Porque parece, a estas alturas, que muchos dirigentes están más concentrados en la peleadera interna de sus partidos y en la lucha individualista por proteger sus candidaturas personales, y olvidan que el principal objetivo debería ser enfrentar desde agendas comunes la mediocre gestión de este gobierno y su discurso que solo ha buscado profundizar la división entre la ciudadanía.

A ver si la oposición y los independientes por fin dejan de pensar en sus debates internos y en la división del día a día y asumen el rol que gran parte del país espera de ellos de cara a 2026.

Ese mismo año para el cual el partido de gobierno lleva años preparándose.