No es verdad que el sistema democrático sea el más justo y equitativo, dándole la razón al sentir de los pueblos. El poder de los poderosos dinamita la democracia.

La bondad no siempre es buena. En muchas ocasiones ser bueno es un instrumento para tener poder sobre el que recibe el beneficio.

La enfermedad mental no solo la tienen individuos de escasos recursos económicos o los no estudiados. Un intelectual de Harvard puede ser tan tóxico en su actuar como un drogadicto de la calle.

No es verdad que los políticos quieran el bienestar de las comunidades. Sus crisis personales, sus ambiciones y sus deseos de enriquecimiento, privilegian cualquier acción, golpee a quien golpee.

La inteligencia no es garantía para el comportamiento correcto. Una persona inteligente puede usar todo su potencial y colocarlo al servicio de sus intereses, creyendo que ese ‘objetivo’ es prioritario y para ello utiliza su capacidad mental.

No es verdad que las emociones sean secundarias y que la inteligencia las ‘domina’. El mundo emocional desbordado hace trizas cualquier inteligencia. Estimulando el miedo se manejan centenares de personas, puesto que el temor y el pánico arrinconan la lógica del comportamiento.

No es cierto que la felicidad se ‘encuentre’ en algo o alguien afuera de ti. Es una de las mentiras más demoledoras que se han transmitido y que llevan a comportamientos totalmente insanos.

Ningún título universitario sustituye una actitud ética. Ser justo es una condición que no se transmite en un claustro escolar. Se le ha dado mucha importancia a la intelectualidad y poca, poquísima importancia a la conciencia.

No es verdad que quien te quiere siempre quiere lo mejor para ti. Muchas veces los intereses personales se disfrazan de amor y protección para colocarlos al servicio del protector.

No es verdad que la derecha siempre quiera el orden y las tradiciones como garantía de estabilidad. En más de una ocasión, el miedo al cambio estimula repetir una creencia nefasta y arbitraria por no atreverse a innovar. Las llamadas ‘ovejas negras’, los divergentes, tienen en su actuar comportamientos que los ‘normales’ y adaptados deberían revisar porque tienen mucho por enseñar: su actuar precisamente es un grito de angustia por la sociedad en que viven.

No es cierto que la izquierda siempre quiera la igualdad comunitaria, abolir privilegios y diferencias. En más de una ocasión su desborde y compulsión por la supuesta igualdad la lleva a cometer excesos semejantes a los que quiere erradicar.

No es cierto que los actuales modelos pedagógicos logren un cambio en la formación de nuevas generaciones. Si no se modifican los objetivos educativos, seguiremos repitiendo caóticos mundos en cualquier escenario.

No es cierto que la familia sea garantía de salud, bienestar y equilibrio. En familia se cometen los mayores atropellos que quedan arropados por el ‘amor’ de los míos y la complicidad del silencio para cuidar el honor familiar. Los chantajes afectivos en familia son inmedibles…

Las verdades dichas por la cultura, hoy por hoy, parecen cada vez más un sartal de mentiras repetidas para sostener el esquema de poderosos y subordinados. Ni siquiera la naturaleza escapa del poder patriarcal. Siglos de historia no señalan el camino para la construcción de una sociedad más humana. El fracaso de la cultura es inminente. ¿Qué nos queda? ¿Qué sigue? ¿Cuál es el camino?