La carrera profesional de Sergio Fajardo se hizo en los campus universitarios pero su carrera política se hizo en las calles. Por 18 años ha recorrido a pie ciudades y pueblos de Antioquia primero y de Colombia luego, escuchando a la gente y diciendo cosas muy sencillas: que hay que participar en política, porque si uno no hace la política, la política se la hacen a uno, marcando para mal toda la vida cotidiana. Y que la política que hay que hacer debe estar basada en la transparencia en el manejo de lo público, sin transacciones clientelistas con los políticos, teniendo como centro la educación entendida en un sentido amplio como formación, ciencia, tecnología, innovación, emprendimiento y cultura, con participación comunitaria, dignificando al ciudadano y generando confianza en la gestión pública para que haya esperanza en el futuro.
Algo tiene que haber en ese mensaje que llevó a Fajardo y a su movimiento Compromiso Ciudadano a manejar la Alcaldía de Medellín y la Gobernación de Antioquia, lo cual lo catapultó a ser candidato a la vicepresidencia del Partido Verde en 2010 y hoy lo tiene como el candidato más opcionado a ocupar la Presidencia de la República. Nada mejor para conocer sus principios y acciones que la lectura de 'El Poder de la Decencia' editado por Planeta, una corta autobiografía de su vida pública, que ha sido una tarea de realizaciones sociales y pugnas contra los caciques políticos que han reaccionado con duros ataques, porque los ha derrotado acudiendo a la gente, sin intermediarios, a proponer sus ideas que ha llevado limpiamente a la práctica como gobernante.
A Fajardo lo obsesiona la idea de la desigualdad social, que no mira desde los ojos del resentimiento sino del privilegio porque nació del lado del muro de los afortunados, hijo de un prestigioso arquitecto, educado en la Universidad de los Andes, con doctorado en matemáticas de la Universidad de Wisconsin. El más improbable material para un político.
Cree que esa desigualdad sólo se vence con la educación pero que todo conspira para que eso suceda por el corrupto entorno político que impide el desarrollo. Es la corrupción el enemigo a vencer.
Los lemas Fajardo tienen la forma de pequeños axiomas matemáticos: “Todo lo que es posible hacer pasa por la política, luego hay que cambiar la política”. “La forma como se llega al poder, determina cómo se gobierna”. “No compramos un voto, por tanto no le debemos nada a nadie”. “Los recursos públicos son sagrados”. “Caminamos, escuchamos, explicamos con la piel, el corazón y el cerebro”. “La confianza se construye con la coherencia entre los principios y la acción”. “Son los medios los que justifican el fin”. Es un credo sólido para una sociedad laica, el planteamiento de una ética civil para una sociedad que está al menos obligada a creer en sí misma y en los dirigentes que le inspiren confianza, como éste. De allí su rechazo a coaliciones políticas que no se ajustan a sus principios.
Como todo debe tener una explicación, puede ensayarse la teoría de que el éxito político de Sergio Fajardo se debe a que en la opinión pública el tema de la lucha contra la subversión que ha dominado la agenda política por 16 años, fue desplazado por el de la lucha contra la corrupción nacida del manejo político. Y que él tiene, por sus antecedentes de decencia, las credenciales para adelantarla.