Al estilo de las grandes ciudades del mundo, empresarios de la noche caleña vienen apostándole a los famosos ‘rooftops’ o terrazas, desde donde se divisa el paisaje nocturno y se disfruta la brisa caleña. Un ‘boom’ que aterrizó con éxito en el centro de Cali, con una vocación de suelo mixta que lo permite, aunque no faltan los que abren sin permiso o alargan la rumba y el ruido hasta que San Juan agache el dedo.
Hay quienes hablan de una floreciente zona rosa en el centro, que en el 2022 registró 33 bares y discotecas. En el Concejo se cocina un proyecto para que en el centro haya un Distrito de Rumba, lejos de los barrios tradicionales, tan afectados por el caos nocturno, ampliamente denunciado en este espacio. Los concejales Fernando Tamayo y Juan Martín Bravo han dicho que entre las ideas está reglamentar el uso de parqueaderos, fortalecer el desarrollo de los establecimientos, dinamizar la economía, brindar seguridad e incentivar el turismo.
Suena bien, siempre y cuando se respeten las normas y las cosas se hagan con orden y planeación. Sería estupendo contar con un centro abierto y seguro, incluso las 24 horas, donde se pueda vivir la ciudad a plenitud, y le vaya bien al comercio y al turismo. Que hubiese un gran corredor que inicie en el Bulevar del Río, vigilado y sin excesos; avance por la ya tradicional rumba al aire libre de la calle o calles de la salsa, vigiladas y sin excesos; baje hacia la Plaza de Cayzedo, vigilada y bien remodelada, y continúe por los distintos destinos del centro histórico y comercial, con tanto pero tanto potencial...
Lástima que toque ser aguafiestas pero si a eso le queremos apuntar, hay mucho en lo que trabajar, porque en ese mismo centro existe una o varias zonas rojas, imposibles de ignorar. Por años se ha hablado de la renovación urbana que por fin avanza con las torres de apartamentos de Ciudad Paraíso, que seguro le darán una nueva cara a un sector del corazón caleño. Pero que si no se hace todo lo proyectado, por siglos de los siglos, tendrán muy cerca las calles intransitables de expendios de droga y ventas de artículos robados, donde da miedo pasar a cualquier hora del día.
Nada más el viernes, por falta de seguridad y salubridad, las autoridades intervinieron hostales, moteles, residencias y establecimientos comerciales del centro, incluso sin elementos de seguridad para emergencias. Hace una semanas quedaron al desnudo las dificultades para atender casos como el incendio del centro comercial Calimío, por la inaccesibilidad, fruto de calles estrechas o en extremo ocupadas por ventas ambulantes, censadas y contra censadas, pero poco controladas.
Y para colmo de males, en la Plaza de Cayzedo, cerrada desde junio de 2022 por renovación, y próxima a reabrirse, una visita de El País evidenció que tiene las fuentes apagadas, con moho y basuras en su interior; algunos sectores del piso con desnivel y agrietados; palmas con hojas secas y grietas en el monumento de Joaquín de Cayzedo y Cuero. ¡Así no se puede!
El centro caleño necesita seguridad, iluminación, orden, limpieza, una administración presente que lidere su recuperación y una ciudadanía comprometida con su cuidado. Un centro sin zonas rojas, ni vedadas, que dé gusto visitar y gozar. Como tantas otras cosas en Cali, no es tan difícil lograrlo, solo hace falta voluntad, autoridad y, sobre todo, pensar en grande.
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