El martirio de San Antonio
Al igual que los vecinos del Parque del Perro, los de San Antonio se cansaron de la desidia y salieron a recordarle a la ciudad su martirio
“Nos sentimos burlados. Asistimos a reuniones, participamos de proyectos, hacemos derechos de petición, insistimos en la vocación patrimonial del barrio pero nada funciona. No estamos en contra del desarrollo económico, estamos en contra del desorden”.
Así de clarito resumen la desazón que hoy sienten líderes de uno de los barrios más emblemáticos de Cali: San Antonio. Y no es para menos, lo suyo no es solo una legítima preocupación por la descontrolada expansión comercial y nocturna que afecta su calidad de vida, sino por la conservación de un área patrimonial y de preservación urbanística, vigilada desde la colina por la bella capilla de estilo barroco, que data de 1747.
Al igual que los vecinos del Parque del Perro, se cansaron de la desidia y salieron a recordarle a la ciudad su martirio: “San Antonio no es un centro comercial”. “No todo es lucro, primero las personas”. Exigimos respeto al sueño de los residentes”. “ Los andenes son para los peatones, no para los carros”. Estamos con los comerciantes que respetan las normas”.
Un sentimiento que fluye en este sector de 27 manzanas con 196 establecimientos censados, que generan un importante número de empleos y son polo de atracción. Pero cuando no hay orden ni cultura, las cosas se salen de control y los vecinos pegan el grito en el cielo.
Y eso que allí existe una comunidad sumamente organizada que ha señalado siempre los procesos que afectan al barrio, y aquí van ejemplos.
1. Camina San Antonio, iniciativa que invita a pasear, comerse alguito y comprar. Se convirtió en un caos al que los funcionarios llegan en carros a poner el desorden, permiten carpas, hacer conciertos, invadir las calles de negocios y se arma la de troya. 2. El desdibujado urbanismo táctico: otra vez las materas, dizque para que caminen los peatones. El piloto de la Carrera Sexta es un fracaso, el comercio se adueña del espacio público, desaparece la franja peatonal y adiós experimento. 3. El Bulevar de San Antonio, proyecto al que se licitó diseño, sin escuchar a la comunidad, teniendo ahí notables arquitectos que a posteriori mencionaron lo que no estaba bien y terminó reformándose como Bulevar de Jovita. Pero el fantasma quedó, y con el ejemplo de lo que pasa alrededor del Bulevar del Río... 4. ¿Turismo sostenible? Retórica de una política pública de papel. Desplegaron señalización en la zona, todo muy ‘nice’, pero olvidaron la gobernanza con la comunidad anfitriona. En Colombia hay 17 pueblos patrimonio que viven del turismo y la memoria. San Antonio, Cali, lo tienen todo para serlo, pero no de pura cosmética, sino honrando la identidad.
Paola Lenis, coordinadora del comité de comunicación de la JAC y asesora turística, relata que existen órdenes de cierre de establecimientos que no se ejecutan. Que los vecinos, llevan su juicioso historial de reuniones con el Municipio, porque lo de ellos más que quejas son propuestas, pero totalmente desoídas.
Aquí aparece otra amenaza: la burbuja inmobiliaria. El metro cuadrado en San Antonio cuesta un millón de pesos. Se dice que hay cuatro inversionistas que violentan las estructuras para construir restaurantes y rentarlos entre 4 y 10 millones de pesos, con el atractivo de que pagan servicios de estrato 3 y otros beneficios por su condición patrimonial, esa que hoy está amenazada. La invasión al espacio público sigue, las basuras son un suplicio diario, la inseguridad ronda y al final la que pierde es Cali. ¿Es tan difícil escuchar a la comunidad y no satanizarla?
¿Es imposible que quienes visitamos el barrio comprendamos que ahí vive gente? No, lo que hace falta es autoridad y sentido de ciudad.
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