El ‘tusi’ o cocaína rosada, las metanfetaminas, el éxtasis y ahora el peligroso y mortal fentanilo son los infaltables de las rumbas de alto voltaje y algunos sitios nocturnos, donde se consumen con extrema tranquilidad, en muchos casos por menores de edad.
Una tendencia que se afianza entre la población joven. En Cali, seis de cada diez consumidores de sustancias psicoactivas están entre los 10 y los 28 años. Las drogas sintéticas aparecen con alta incidencia y se consiguen en diversas presentaciones y colores, con clientela que, pese a sus altos costos las adquiere con facilidad.
“El ‘tusi’ sigue siendo el rey, pero le ha resultado más competencia. La gente quiere probar cosas distintas y en las fiestas siempre hay alguien que las lleva. A veces son los mismos organizadores. No todos los que van son adictos, pero la curiosidad y el pasarla bien, o el hacerlo ‘pedaleado’ lleva a que se consuman y sea muy normal”, cuenta una joven que advierte que las mismas se encuentran en las reconocidas fiestas electrónicas que se hacen en casas de alquiler de eventos de la ciudad, pero también en los sitios de moda.
Dice también que son muy frecuentes en paseos y fincas, donde grupos de amigos se concentran por fines de semana completos y el consumo de alcohol y de pastillas está sobre la mesa. “La ventaja es que usted al otro día está más o menos bien. No anda como un ‘drogo’ por ahí todo el tiempo. O pueden creer que simplemente se emborrachó. Pero a veces en esas rumbas pasan cosas muy feas” , agrega.
El ‘tusi’ tiene efectos alucinógenos que con el tiempo producen adicción, así como el éxtasis y otras pepas. La alteración de los sentidos y la euforia sacuden el aburrimiento, tan presente, por desgracia, en la juventud actual.
A este universo de consumo ‘normalizado’ de pastillas, se suma una amenaza mundial: el fentanilo, sustancia que en ocasiones se combina con otras drogas. Cuando va con xilazina, se le llama ‘tranq’ o droga zombie y es “la locura” en países europeos y en Estados Unidos. El fentanilo ya se ha detectado en fiestas electrónicas, de tiempo atrás.
Pero sus consecuencias se han subestimado. Según un informe de este diario, durante la pandemia corrieron “ríos de fentanilo, a través de los 23 laboratorios autorizados: 313.780 parches transdérmicos; 19.800 gramos de citrato y 21,3 millones de soluciones inyectables de este medicamento”.
La cuestión es que esta droga, usada bajo control como medicamento para tratar el dolor fuerte de personas con enfermedades como el cáncer, se ha convertido en una preocupación mundial, por las muertes que deja por sobredosis. En Estados Unidos, el año pasado la DEA decomisó 379 millones de dosis, 50 millones de píldoras con el opioide y diez millones de libras de polvo. En 2021, el fentanilo mató a 70 mil personas por sobredosis en ese país. Tan solo en New York fueron 2.800.
Pese a los peligros que trae, en Colombia no existe mayor investigación que dé cuenta de su consumo, aunque en las noticias son frecuentes las capturas de quienes la comercializan, como pasó con una red criminal esta semana.
En tanto, las rumbas y paseos con ‘tusi’, sintéticas, fentanilo y otros demonios son ampliamente difundidas en el mundo joven y absolutamente desconocidas por sus padres. La alerta está dada.
Abramos los ojos antes de que sea muy tarde.