Cali tiene 61 bibliotecas públicas, la red más grande de Colombia. Dato que deberíamos tener presente, porque saberlo y nombrarlo es protegerlo y defenderlo.

Cuatro de ellas son Bibliomío, es decir, bibliotecas que prestan servicio a los vecinos de las estaciones del MÍO y a quienes se movilicen en dicho transporte público.

Muchas de las bibliotecas de la red fueron creadas por vecinos y dotadas de libros a través de rifas, venta de empanadas y, en todo caso, la persistencia de comunidades buscan allí refugio, lugar de encuentro, o una pausa en medio de las luchas del día a día.

Algunas bibliotecas públicas de Cali son tan singulares que tienen huerta comunitaria en el tejado, como es el caso de Polvorines y el Centro Cultural Comuna 20.

Varias han recibido reconocimientos de talla mundial. Para la muestra, la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas otorgó al Centro Cultural La Leonera el premio a la mejor biblioteca verde del mundo.

Algunas de estas bibliotecas se han convertido en antídotos contra las llamadas ‘fronteras invisibles’ de Cali, un eufemismo que nombra una realidad tétrica: calles prohibidas donde cruzar, sin pertenecer a cierta banda, equivale a ser asesinado.

En el barrio Los Lagos, por ejemplo, hay una pared multicolor que convoca a los niños a leer: se deja un libro suspendido en el muro; uno solo, que se cambia cada ocho días, y la fuerza de ese solo libro y esos pequeños lectores transformó la convivencia del sector.

Esta última la conocí hace años por invitación de Gustavo Gutiérrez, hoy coordinador de la Red de Bibliotecas Públicas de Cali, y otras tantas las conocí como parte de Una Habitación Propia, iniciativa que llevó a autoras de la ciudad al encuentro con familias lectoras en diversos sectores de la ciudad.

En una de ellas los niños habían hecho un árbol de escritoras de cuyas hojas pendían fotos de Melba Escobar, Pilar Quintana, Amalia Andrade, Carolina Andújar y muchas más escritoras caleñas que demostraban algo mágico: no todos los escritores eran hombres, blancos, muertos.

Causa dolor y asombro la noticia: hace pocos días fue vandalizado el Bibliomío del Paso del Comercio. Los ladrones rompieron las ventanas, se llevaron ventiladores y 593 libros, dejaron todo destrozado ante la vista impotente de un vigilante que no pudo impedir el abuso. Ni siquiera durante el estallido social fueron tocadas las bibliotecas, y eso dice algo.

El próximo sábado 25 de febrero, en el Bibliomío Paso del Comercio habrá un acto de repudio por el saqueo. Quienes quieran donar libros para la red pueden llevarlos a la Biblioteca Pública San Luis (Calle 71 # 1A No.10-50, Barrio San Luis I, comuna 6) o José Martí (Calle 67 Con Carrera 6N Esquina, Barrio Calima, comuna 4). Es una forma de decir: con las bibliotecas NO.

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