Escribo esta columna en Lima, Perú, en medio de fuertes medidas de seguridad por la llegada de mandatarios , empresarios y delegaciones de diferentes países de la Cuenca del Pacífico a APEC 2024 , el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Los hoteles llenos y el aeropuerto y los restaurantes invadidos por las diferentes culturas: chinos, japoneses, gringos, australianos, tailandeses, coreanos, son 21 las economías que participarán. No habrá clases presenciales en los colegios de Lima y El Callao para aliviar un poco los problemas del caótico tránsito limeño.

Los principales periódicos trajeron el domingo pasado una página pagada por los gremios de la producción y los gobernadores regionales, pidiendo que en esta semana no se hagan marchas ni protestas y más bien su texto hace pedagogía sobre la trascendencia del evento para atraer inversionistas internacionales a Perú. Con ese ambiente cosmopolita y de seguridad era inevitable para nosotros, no hacer la analogía con la COP 16 celebrada recientemente y con tanto éxito en Cali. La siguiente reflexión que me hice fue: esta APEC es uno de los megaeventos que Cali debería conquistar como sede pero para eso se requiere una gestión diplomática y comercial robusta, partiendo del reto de lograr la inserción del país en ese mar de las oportunidades.

Los peruanos tienen históricamente clara la conveniencia de estar en el Pacífico, conciencia que los colombianos no hemos tenido. Esta semana ellos inauguraron el terminal portuario multipropósito de Chancay, inversión mayoritariamente china, con la expectativa de convertir al Perú en el centro logístico de Latinoamérica. A una hora y media al norte de Lima, es un megapuerto de 17,8 metros de calado en un malecón de 8 kilómetros que promocionan como la ruta más directa y rápida de toda la región hacia Asia. El plan de desarrollo tiene un alto componente social y turístico para no limitarse a la actividad ligada al comercio exterior sino a un desarrollo más equilibrado.

Recordemos que la Cuenca del Pacífico representa el 60% del PIB mundial y alberga el 40% de la población global. Para el Perú allí están el 67% de sus exportaciones.

Por eso volvamos a la necesidad de una estrategia colombiana frente al Pacífico. El desarrollo en la época colonial hizo que El Callao en Perú, cerca de la virreinal Lima, y la bella Cartagena en Colombia fueran los puertos de trascendencia. Colombia desde allí y desde entonces, miró hacia el Norte con el Atlántico, y el Oriente fue convertido en un mar ausente.

Craso error y el deber de corregirlo es de los vallecaucanos. Somos los responsables de encauzar a Colombia hacia el Pacífico desde Buenaventura y Cali. Por primera vez tenemos simultáneamente Vicepresidente de Colombia y Canciller oriundos de nuestro Pacífico. Si no les motivamos con ejemplos como el peruano, ellos seguirán mirando hacia África o abriendo embajadas en Barbados.

El Valle debe tener geoestrategia: una, la carretera desde la altillanura transformaría nuestro puerto pues sería la salida de Venezuela al Pacifico. Otra, los embajadores colombianos en el Ecuador deberían ser siempre vallecaucanos para convertirnos en los grandes proveedores del país hermano, pero la meta más importante será insertar a Colombia en la Asociación de países de la Cuenca del Pacífico para lo cual los roles de Cali y Buenaventura serán claves.

La próxima reunión de APEC es en Corea, país gran amigo de Colombia y quien podría liderar nuestra vinculación si la gestión diplomática se hace adecuadamente. Son momentos para pensar en grande, pero no con discursos ni sueños sino con acciones concretas. Nuestras dirigencias pública y privada deben liderar esta visión.